N o se ha producido aún, pero quizá debería haber un apagón informativo sobre la labor y declaraciones de los políticos y de infatigables activistas de toda clase y condición. Estoy seguro de que, sin la presencia de los medios, la labor en los distintos Parlamentos de España sería mucho más conciliadora, armónica y provechosa, es decir, menos estrafalaria y menos vocinglera. La realidad actual es que todos hiperactúan en el afán de rentabilizar una torpeza del adversario o una ocurrencia propia. Lo malo es que han estresado tanto el proceso que ya solo se dedican a repetir machaconamente sus consignas, sin pizca de talento. Ignoro por qué les prestamos toda esa atención con la que aún los retribuimos.
El apagón informativo de que hablo, ciertamente improbable, creo que tendría muchas ventajas. Desaparecerían las ruedas de prensa en las que los portavoces de los partidos reiteran lo que ya les hemos oído decir en el Congreso o el Senado. Ada Colau no tendría a quién contarle su cuento de las ventajas de la desobediencia civil y la necesaria refundación (a su medida) de la democracia. Julio Anguita se quedaría sin nadie a quien ilustrar sobre los beneficios de la Tercera República. Rubalcaba dejaría de pedir un acuerdo con el PP que en realidad no desea. Artur Mas desistiría de hacer extrañas hipótesis embaucadoras sobre lo que de verdad significa derecho a decidir. Rosa Díez podría callar sin necesidad de ofrecer sutiles y milongueros equilibrios, ni de derechas ni de izquierdas. Y el PP podría pasar un tiempo sin argumentar sobre los beneficios futuros de los males presentes. ¡Qué descanso! Porque lo que de verdad se ha vuelto insoportable es ese teatrillo de las sandeces que se ha montado y del que dan cuenta unos medios de comunicación que pudieran estar perdiendo de vista el verdadero interés público. Imaginen por un instante qué sucedería con tanta iniciativa popular o impopular si nadie mediático les prestase atención a sus parlanchines líderes. Quizá veríamos a Ada Colau llorando por las esquinas y al presidente del Gobierno hablando sin una pantalla de plasma de por medio. Pero, lástima, esto no sucederá.