El extesorero del partido que gobierna este país, nombrado por Mariano Rajoy, acumuló al menos 47 millones en cuentas de Suiza. La formación de Artur Mas cobró 6,6 millones de comisiones de Ferrovial mediante un «pacto criminal». El hombre que dirigió la patronal, Díaz Ferrán, vació de fondos y amañó las cuentas de Marsans y debe responder, junto a sus socios, de un agujero de 400 millones. Sigue en prisión Miguel Blesa, el que fuera máximo responsable de Caja Madrid, la institución que vendió preferentes a mansalva y que, convertida en Bankia, puso al país al borde del desastre total y tuvo que ser rescatada con 29.000 millones. El yerno del rey ganó 5,8 millones por actos en Valencia y Baleares en los que solo gastó 1,9. Son solo algunas noticias de los últimos días.
Este es el panorama que los ciudadanos, masacrados por los recortes, el paro masivo o la bajada de salarios y a los que van a cercenar sus futuras pensiones, se encuentran un día sí y otro también. Mientras, ven que aquí nadie devuelve lo robado, ningún político dimite ni los máximos responsables dan explicaciones convincentes del latrocinio. Y un altanero y desafiante Bárcenas se sigue paseando por las calles riéndose de todos con sus peinetas, engaños y amenazas mafiosas, y viviendo a todo tren.
Indignación es poco ante la gran estafa que ha habido en este país, cuyos responsables tienen nombres y apellidos. Los que se forraron y los que no lo evitaron pudiendo hacerlo. Y no son los españoles de a pie a los que se reprocha haber vivido por encima de sus posibilidades y, por lo tanto, de ser corresponsables de la crisis. Ni mucho menos.