Si anteriormente Afganistán centraba el interés internacional, concentrando a miles de informadores que vivían la noticia en primera fila, hoy el interés estratégico se encuentra en Mali, país donde la yihad de Al Qaida pretende instalar una base del terrorismo islámico que amenaza a Europa, además de los países del Magreb. Por eso, Francia reaccionó de inmediato y envió un contingente militar, con el que colaboró España. Los islamistas tuvieron que refugiarse en la región desértica norte, en la frontera con Argelia. Precisamente donde están las minas de uranio controladas por los franceses y también habitan allí los rebeldes tuaregs que buscan la independencia.
En este ambiente bélico cuatro periodistas franceses secuestrados varios años fueron liberados hace unos días y, en medio del regocijo por su vuelta a casa, no faltaron quienes preguntasen por el coste del rescate. Cuando todavía lo estaban celebrando, llegó la noticia de que otros dos periodistas franceses habían sido salvajemente asesinados. Así, el Gobierno francés, que había ordenado iniciar la retirada, comprendió que no podía abandonar, porque había asumido el rol de gran potencia (como en Libia con Gadafi) y la misión de apoyar al Gobierno de Mali no había terminado, además de haber comprometido a otros países africanos. Por eso, el problema de la información en zonas de guerra está siendo estudiado en varios foros.