Como empezamos el año sin grandes problemas y la cosa se presentaba un tanto aburrida, ha venido Luis del Rivero a poner algo de salsa. A salvarle los trastos al Gobierno, a trabajar por la marca España y a llevar a las más altas cotas de prestigio al empresariado español en el mundo.
Porque no olvidemos que Del Rivero es uno de los ejemplos empresariales más destacados, alabados, galardonados y deseados de este país. Junto a los Florentinos, Blesas, Ratos y Ferranes. Es un hombre de éxito que acudió y acude con frecuencia a la Moncloa en labores de asesoramiento. Empresario ejemplar que ayuda a los amigos aunque le lleve a verse imputado en el caso Bárcenas. Emprendedor elogiado en sus aventuras en Repsol, BBVA y en la francesa Eiffage. Una de esas mentes privilegiadas que deciden nuestros destinos; que nos dicen lo que tenemos que trabajar y lo que vamos a cobrar. De los pocos que comparten cacerías regias, partidos de pádel y que lo mismo patrocinan un club de fútbol que un partido político. Es, en definitiva, un gran líder que dice representar a esos miles de pequeños y medianos empresarios honestos y trabajadores que no logran pegar ojo pensando en que no les dan las cuentas. Del Rivero es pudoroso y a quien rendimos permanente reverencia.
Un día de estos volverán a decirnos que estamos como estamos porque fuimos unos derrochadores. Y unos calaveras. Y lo mismo nos lo dice Del Rivero.