Así es. Los dos presuntos éxitos del año pasado en cine en España fueron Los Croods o la segunda parte de El Hobbit. Y para eso sus recaudaciones se movieron entre los 13 y los 15 millones de euros, lejos, muy lejos, de las películas que habían triunfado en el 2011 y en el 2012. Es lo que hay. Los impuestos han terminado de hundir la magia de ver una película en una sala de cine. Los Croods es una ficción para niños, una bien llevada narración sobre una familia prehistórica, y El Hobbit ya saben lo que es, la estupenda manera que Peter Jackson tiene de hacerse millonario gracias al universo increíble de Tolkien. Y todavía falta una tercera entrega para finales de este año. Las dos son buenas películas, pero ni siquiera se puede decir que arrasasen en España en taquilla. Tampoco son producciones españolas. Claro que veníamos de dos años muy raros, donde los filmes más vistos sí que habían sido españoles. Nada menos que Torrente 4 y esa mezcla de España y Hollywood que es el Bayona de Lo imposible. La única señal de vida en la oscuridad de las salas es que cada vez que los exhibidores bajan los precios, vuelven las colas. Luego el cine sigue teniendo un hueco en nuestros corazones, lo que ya no tiene en nuestras carteras.