P róximo el cierre de incertidumbres y desasosiegos que Pescanova y sus gestores han introducido en la economía de Galicia en los últimos años, se atisba una nueva oportunidad, luego del desaguisado empresarial y financiero comandado por su anterior presidente y su consejo de administración.
Pescanova no era una empresa más. Guste o no, ha sido una de las marcas referenciales en el mar y la economía de Galicia, y ha jugado un papel tractor en el desarrollo de nuestra industria pesquera y alimentaria desde los años 70. Con luces y sombras, pero centro de un debate de estrategias para el desarrollo de nuestra pesca. De la importancia de Pescanova dan cuenta tres nombres de sus fundadores: José Fernández, Álvaro Gil Varela y Valentín Paz Andrade. También su carácter multinacional, su capacidad de innovación -recuerden el Galicia y su flotilla de pulperos, o el Lemos y el Andrade, o los tangoneros mozambiqueños del langostino-, su estrategia de internacionalización, con la asunción de las 200 millas de zona económica exclusiva en el lejano 1974 y las empresas mixtas como alternativa. Estrategias y marcas de Pescanova que si hoy parecen propias de nuestra industria, no siempre fue así.
Sucedió que en Galicia hubo estrategias diferentes en el desarrollo pesquero, y desde luego contrapuestas a aquellas de Pescanova. A finales de los 70 del pasado siglo, y hasta después de nuestra entrada en la UE, otros propugnaban el pabellón español -a veces gallego- y estrategias de confrontación con los países ribereños, fueran estos Marruecos, Irlanda, Sudáfrica, Canadá, Chile o Argentina, con las Malvinas y su guerra incluidas.
Los tiempos mudan, y sobre todo las personas. Pescanova fue alcanzada también por este relevo, y conocido este final, no para mejor. Con los tiempos entró en la acuicultura -no como pionera-, sí con fuertes inversiones propias y públicas. No todas adecuadas ni adecuadamente gestionadas, incluso técnicamente, y que evidenciaron los primeros atisbos de imprudencia en la gestión, hasta el extremo de que la nueva Pescanova se plantea abandonar esta línea de negocio al menos en parte. La acuicultura generó una incomprensible lucha política de Pescanova, Touriñán al frente, contra un Gobierno y su planificación de la acuicultura en tierra, que todavía hoy -diez años después- no ha sido abordada por los nuevos Gobiernos de mayoría absoluta, comprometiendo su futuro.
Que los bancos acreedores hayan decidido liderar la propuesta de convenio al parecer con éxito, dejando fuera de la alternativa a Damm y Luxempart quizá implicados en exceso en los problemas derivados del anterior consejo y de su presidente, con el acuerdo de la administración concursal, abre expectativas de solución a largo plazo para la nueva Pescanova, que aun perdiendo su valor iconográfico en la mitomanía gallega, podrá tener una nueva oportunidad. Como empresa. Algo, por lo que se va viendo, no al alcance de cualquiera.