Las intervenciones de Wert en la educación parecen diseñadas para frenar el progreso de buena parte de las generaciones futuras. Primero, limitó las becas, de modo que solo se beneficien de ellas aquellos que tengan más de un 6,5 de puntuación. Conclusión: si tienes recursos económicos, accedes a la universidad con un 5; si no los tienes, necesitas más nota.
Ahora, deja caer que para formarse habrá que pedir un préstamo porque así los estudiantes se decantarán por grados con mejores perspectivas laborales. Entonces el mercado de trabajo se llenará de ingenieros y médicos, los estudios con mejor inserción laboral, pero dejará de haber titulados en Historia o Filología. No es lo mismo que sean grados con menos oportunidades laborales que que deje de haber titulados que formen a nuestros hijos en estas materias.
Pero la consecuencia más dura de la nueva genialidad de Wert es que expulsará de los estudios superiores a las familias menos pudientes que, o bien no obtendrán la confianza de los bancos para disponer de un préstamo, o bien no querrán arriesgarse a asumir una deuda cuya devolución no pueden garantizar.