En Master and Commander hay una escena en que los tripulantes de la fragata Surprise cortan el cabo que mantenía unido a la nave, con riesgo de hundirla, uno de los palos y su trapo, arrancados por una fuerte tormenta. Pero al extremo del cabo está también un marinero, que se pierde en el océano. Perder una vida para salvar al resto de la tripulación; la decisión del capitán que tiene que velar por su navío y por los hombres a bordo. El capitán, que han llamado «el afortunado Jack», como queriendo mofarse del abuelo marino de Lord Byron, que era conocido como «Jack tiempo de perros», no sigue el dictado de sus sentimientos al dar la orden, sino su obligación.
Al otro extremo del cabo está un hombre bueno, Miguel Pajares, que en Liberia, un país fundado por esclavos americanos liberados y que hoy es territorio de miseria, ha contraído el virus de ébola, de altísima mortandad. Pero a él no le han cortado la cuerda. Pues bien, ahora lo que hay que decir es que lo traen porque no hay riesgo de epidemia. Porque si no es así, la directora General de Salud Pública, Mercedes Vinuesa, debería haberse tragado sus palabras bondadosas y, como ha hecho Russell Crowe, cortar el cabo.
Aunque en realidad en lo que yo pienso es en el tremendo ejemplo que damos al tercer mundo: uno puede ser un santo, un misionero que renuncia a su vida para atender a los más desfavorecidos del planeta, pero como vengan mal dadas? me vuelvo para casa, y ahí os quedáis. Eso también es cortar el cabo, cientos de cabos.