V uelve a la actualidad la denuncia que los agentes de policía local madrileña habían impuesto a la popularísima política Esperanza Aguirre, en medio de no poca curiosidad pública. Esta leve reflexión parte de la información que se recibe de los medios de comunicación y -¿por qué no decirlo? - de mi larga experiencia profesional en la dirección de cursos formativos para agentes de la comunidad gallega. Ocurre que, en ocasiones, parece imposible evitar que ciertas actuaciones, aquí y allá, se envuelvan de espectacularidad, tal vez no buscada, pero inapropiada. Es por lo que viene a la memoria cierto trabajo publicado hace unos pocos años en un diario madrileño con el título La policía municipal, tras determinada actuación en una calle de la capital. Más bien tristemente, había de reconocerse la validez de alguna apreciación del comentarista: «Voy notando que la policía municipal está cogiendo mala fama en casi todas partes [?] no están donde tienen que estar y están donde no deben [?] dejan correr los problemas si se les avisa?». Vale la pena esperar por la consiguiente sentencia judicial.