Mariano Rajoy se cargó de humor y le preguntó a una senadora socialista si el Gobierno tenía que dotar de contenido a la reforma federal que los socialistas proponen. Como suele ocurrir en este tipo de escaramuzas parlamentarias, la razón estaba del lado del presidente, que tiene más poso, más información y más conocimiento directo de los asuntos de Estado. A veces le basta decir «esto es muy serio» para desarmar al adversario o, por lo menos, dejar con dudas a la opinión pública. Y el asunto de reformar la Constitución o el sistema autonómico es, efectivamente, algo muy serio.
Antes de esa pelea en el Senado, Pedro Sánchez, locuaz y juvenil secretario general del PSOE, había hablado con Carlos Herrera en Onda Cero. La pregunta obligada era, naturalmente, en qué consiste el federalismo que propugna. Quien lo haya escuchado estará de acuerdo con este cronista: nos hemos quedado sin saberlo. Muchas vueltas al concepto, mucha literatura de que la mejor defensa de la Constitución es modificarla, pero ni una palabra que ayude a entender su proyecto. Lo máximo que llegó a decir el señor Sánchez es que el sistema autonómico tiene muchas disfunciones, que hay una política fiscal distinta en cada región y que hay que reformar el Senado, cosas que diría cualquier alumno de primaria que vea un telediario.
Da la impresión de que el señor Sánchez y sus compañeros de dirección del PSOE encontraron la palabra «federalismo» en el testamento político de Pérez Rubalcaba, la usan sin saber de qué va, la siembran en cuanto ven el surco de un micrófono y que sea lo que Dios quiera. De lo que habla Pedro Sánchez es de otra cosa bien distinta: de que no es lógico que tenga impuestos distintos un ciudadano de Ponferrada y otro de Pedrafita, cosa que va a ocurrir el año que viene; de que no es igual la educación en Vegadeo que en Ribadeo y cosas así. Tiene más razón que un santo, pero ese no es el cuerpo que debe cubrir la camiseta federalista. Bien mirado, el señor Sánchez avanza apasionadamente hacia el espíritu de la Loapa del año 1981, no hacia el Estado federal.
No tengo por qué dar ningún consejo a Sánchez ni soy quién para hacerlo, pero sería útil que llamase a Xosé Luís Barreiro o a Roberto Blanco Valdés para que le dieran unas clases de federalismo. «Un par de tardes», como le dijo Jordi Sevilla a Zapatero. Si de paso le explican las diferencias entre Estado federal y Estado de las autonomías, a lo mejor hacían un político más creíble, porque se nos está quedando en una cara linda que dice cosas también lindas, pero se le ha olvidado la sustancia. Y es una pena. Si para una idea que tiene el socialismo español no la saben explicar, que nadie se extrañe de su tendencia electoral.