Ha sido en Rois donde una colisión entre dos vehículos ligeros causó la muerte de cuatro personas. Para tal calibre de desastre es necesaria una gran violencia física, consecuente con la velocidad de alguno de los automóviles, unida a la indebida ocupación del espacio cuyo uso recto correspondía a uno de ellos. Recordamos que «el progreso de la técnica y el desarrollo de la civilización [?] exigen un desarrollo proporcional de la moral y de la ética» (Juan Pablo II).
Y es por aquí por donde podrían hallarse las claves capaces de explicar episodios como este, al tiempo que permiten advertir cómo las grandes miserias de un tráfico letal derivan de alguna causa tal vez lejana en el desarrollo de las conductas, pero eficiente a la hora de generar daño. Y tantas veces se repite la historia: errores aparentemente mínimos, que se dan en todo tiempo y lugar llevan en ocasiones -como ahora- a resultados desproporcionados y extremos.