Sánchez-Gómez, las claves de un pulso

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

12 feb 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Espero que el líder socialista, Pedro Sánchez, haya seguido bien el libro de instrucciones de ceses. Espero, por tanto, que para destituir a Tomás Gómez como secretario general del PSM tenga sus razones bien argumentadas, porque la explicación de César Luena ha sido vaporosa. Espero que tenga argumentos para convencer a la militancia de que no se hizo eso por interés personal.

Espero que su gran motivación no haya sido solamente demostrar su autoridad, aunque en el PSOE nunca viene mal. Espero que haya informado a los demás secretarios regionales. Y espero que haya tenido la prevención de anticipar los hechos a Susana Díaz, partidaria de Tomás Gómez, porque si la presidenta andaluza rechaza el golpe de mano, el futuro de Pedro Sánchez será como los yogures: con fecha de caducidad.

Espero todo eso, porque Tomás Gómez colocó un día en la fachada de su sede en la plaza de Callao de Madrid el letrero de Invictus, y quien hace eso es que piensa que es difícil de derrotar.

Ayer, en la rueda de prensa con más aplausos que he visto en mi vida, demostró que solo está dispuesto a morir matando. Eso de que nadie hizo más daño al PSOE que Pedro Sánchez no se lo dicen ni sus enemigos. Eso de acusarle de debilidad y egoísmo no lo hace ni Eduardo Madina. Y eso de amenazarle con los tribunales solo lo hace quien tiene ganas de pelea y no está dispuesto a marcharse a casa sin presentar batalla.

Mi tesis sobre el golpe de mano es sencilla: Pedro Sánchez y Tomás Gómez siempre estuvieron enfrentados. El enfrentamiento se agravó con el acercamiento de Tomás a Susana Díaz. Tomás dejó de ser un aliado fiable, y como Sánchez tiene su mirada puesta en las primarias, decidió despejar el camino. La destitución se puso en marcha hace tiempo, como indicaban los rumores, aunque costase creerlos. Se iba a producir este lunes día 9, en una reunión que había convocado Sánchez, pero Gómez no acudió, quizá aconsejado por Susana Díaz.

A partir de la decisión, había que construir los argumentos: tranvía de Parla, problemas en el partido, daño de imagen. El apoyo logístico lo prestó El País, que hace solo dos días hablaba de «preocupación en el PSOE por la situación de Tomás Gómez». Y ayer mismo, en su página web, este diario calificaba a Gómez como «el líder que hundió al socialismo madrileño». Gómez cayó, por tanto, por una maniobra envolvente, una alianza en su contra de Ferraz y el acompañamiento de un influyente periódico. Ahora veremos cómo se desarrolla la guerra entre un hombre que no acepta dudas sobre su honestidad y otro hombre que se juega su futuro a esta carta. Promete ser apasionante. Y se cumplirá el refrán: el que ría el último reirá mejor. Pero, ay, no se sabe quién será.