¡Prohibido permitir!

Arturo Maneiro
Arturo Maneiro EL VENTANAL

OPINIÓN

26 mar 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

En mayo de 1968, en París, se puso de moda el grito de guerra o eslogan, o lema «Prohibido prohibir» que, según Vargas Llosa, «extendió al concepto de autoridad su partida de defunción y legitimó la idea de que toda autoridad es sospechosa». En el 2015, gracias al ministro Wert, el grito de guerra ahora es «Prohibido permitir». Si en aquella segunda mitad del siglo pasado se quería clamar contra toda prohibición, es este sigo XXI parece que se quiere impedir todo atisbo de modelo distinto en la educación, ya sea primaria, secundaria o universitaria.

El motivo de este nuevo grito de guerra, la decisión que ha movilizado a estudiantes y profesores universitarios es el siguiente: El ministro de Educación, José Ignacio Wert, flexibilizará el sistema universitario hasta el punto de dejar en manos de los campus la duración de las carreras. Los rectores podrán decidir si imparten, como hasta ahora, grados de cuatro años y másteres de uno, o si optan por grados de tres años y másteres de dos, como hacen la mayoría de los países europeos.

Todo esto es lo que se ha dado en llamar el 3+2 y el 4+1 en las más diversas manifestaciones públicas en contra de permitir tanta flexibilidad. No existe ninguna obligación, imposición, mi mandato imperativo. Queda a la libre decisión de los centros académicos. Ese es el problema.

Los detractores están convencidos de que el decreto encierra el deseo de que universidades privadas puedan establecer estos ciclos, beneficiándose así de contar con los alumnos que ahora no pueden tener. Aseguran también que el decreto es el comienzo del desmantelamiento de las universidades públicas en beneficio de las privadas. La verdad es que las privadas tienen que buscarse la vida y las públicas tiene resuelto de entrada más del 90 por ciento de sus necesidades monetarias. Por otra parte, no todas las universidades privadas de España están de acuerdo con esta flexibilización, lo cual quiere decir que solo se podría beneficiar alguna. Además, la mayoría de los rectores, que son casi siempre muy celosos de su autonomía, se han manifestado casi unánimemente en contra del decreto por los problemas de organización que puede suponer en estos momentos ya complicados en la universidad. Pero yo entiendo que si no les gusta no tienen más que dejar de aplicarlo. En sus manos está. Lo que no entiendo es que desde los sectores universitarios se anime o fomente esa actitud de «prohibido permitir».