Parece increíble. Después de convertirse en la primera vía de agua desde el voto más de centro en el Titanic del bipartidismo del PP y del PSOE, Unión Progreso y Democracia ha vivido sus semanas más convulsas. Por momentos parecía que Rosa Díez protagonizaba un seppuku o suicidio ritual retransmitido en directo por las televisiones. La carnaza para las pirañas de la política iba y venía. Ella dice que ha superado la crisis. Afirma que se presentan en estas municipales y autonómicas en más ayuntamientos que nunca. Que su formación tendrá 9.000 candidatos para someterse desde el jueves al juicio de las urnas. De momento, Rosa Díez ya ha sido sepultada por las encuestas y por los votos reales en Andalucía. Veremos qué sucede en el resto. ¿Será el palo definitivo que le impedirá llegar ni viva ni resucitada al lugar que más le importa: las generales de final de año? Serán los votantes quienes confirmen si estábamos delante de una muerte asistida en directo o no. UPyD tiene candidatos en algunos lugares. Y todavía le quedan algunos personajes en sus filas. Pero las calabazas que le dio a Albert Rivera cuando se pudieron casar oficialmente igual le pasa ya una factura definitiva en estos comicios. Ella no lo cree. Pero es ella la que carga con esas calabazas del no a Ciudadanos colgadas del cuello. Y son calabazas de acero. También es cierto que su tozudez es a prueba de bombas. Y que Rosa Díez quiere volver a ser candidata a la Moncloa a final de año, aunque sea corpore insepulto.