Seguro que el gallego Luis Piedrahíta sería capaz de encontrar la palabra justa en ese diccionario estupendo que se inventa, con palabras como «martirimonio» o «palardear». Tiene que existir un vocablo para algo tan propio del ruedo ibérico como arreglar cualquier objeto o aparato con dos golpecitos. Ojo, a veces, el diminutivo no hace falta. Siempre hay algún cuñao que se emplea a fondo con el arreglo del televisor que ha perdido la señal y lo que hace es darle dos buenos golpes, por no llamarlos de otra manera. Así arreglamos el teléfono cuando no va. Así pretendemos que la televisión vuelva a verse. Así intentamos que la luz del interior de la nevera regrese. Así peleamos, nunca mejor dicho, con la plancha cuando no calienta. Así hacemos también con el otro teléfono, el de la ducha, cuando deja de salir agua. Siempre esos dos míticos golpes o golpecitos para que se produzca el milagro. Esta costumbre viene siendo la versión hispana de lo que luego se apropiaron los informáticos con ese mandamiento casi bíblico para que el ordenador vuelva en sí: reinicia y ya. Hemos pasado en definitiva del «dale dos golpecitos a ver si va» al «reinicia y seguro que ya funciona». Ese es el paso evolutivo más importante que hemos dado los españoles en décadas. Lo curioso es que la insistencia en ambas prácticas deriva de que da la sensación de que obran el milagro. El ordenador al reiniciarse vuelve a desplegar todos sus programas; y el televisor, tras los dos golpes, recupera el partido que estábamos viendo. Es la mecánica española. Es la ingeniería nacional. Que le busque ya Piedrahita el palabro a esa magia de rudos MacGyvers. Nosotros siempre fuimos más de manual de destrucciones que de manual de instrucciones. Así nos va.