El desfile de La Moncloa

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

30 oct 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

S i Mariano Rajoy recibe a los líderes en La Moncloa para hablar de Cataluña, no es porque le hayan entrado unas ganas incontenibles de compartir sus decisiones de gobierno, cosa que nunca hizo ni hará si gana las elecciones. Si abre su despacho a tipos que en el fondo le producen repulsión, como Pablo Iglesias, o profunda desconfianza, como Albert Rivera, es sencillamente porque lo necesitan él personalmente, las instituciones como el Tribunal Constitucional y el Estado en su conjunto.

Esas reuniones no son el bálsamo de Fierabrás. A los independentistas les trae sin cuidado que haya un frente de defensa de la Constitución. Aunque haya una foto en la que estén todos los líderes de los partidos estatales y europeos, ellos seguirán a lo suyo, como siguen a pesar de los avisos de aplicación de la ley. Están abducidos por su habilidad para engañar a los aparatos del Estado. Se consideran héroes del nacimiento de una nación nueva. Se ven en los libros de historia como los grandes libertadores. Seguirán con sus planes. Como se suele decir, les resbala cualquier iniciativa que les lleve la contraria.

Sin embargo, los diálogos de La Moncloa son necesarios. Los hubiera aconsejado cualquier aprendiz de asesor de imagen. Primero, para no repetir lo que ayer comentamos: aquel error de Aznar de no compartir con la oposición la tragedia del 11M, aunque fuese con todas las dudas de su autoría.

Segundo, para tratar de evitar que la respuesta al desafío sea una orquesta desafinada donde uno toca el violín del artículo 155, otro la bandurria del recurso de amparo, el tercero saque la batería del referendo y el derecho a decidir, el cuarto el piano de la reforma de la Constitución y el quinto venga de vocalista entonando la vieja canción del diálogo. La situación es tan grave como para no poder permitirse esas alegrías y ofrecer el espectáculo de debilidad que produce el desacuerdo de los defensores de la unidad.

Y tercero, para informar de los problemas legales del Estado para defenderse. No es todo tan fácil como parece. El recurso de amparo para el que Ciudadanos ofrece sus 25 diputados catalanes está muy bien, pero tiene un problema: el amparo no produce la suspensión inmediata de la declaración independentista. Las diputaciones permanentes de Congreso y Senado tienen sus funciones muy tasadas y es difícil que puedan aprobar nada, por mucho que lo diga el presidente Jesús Posada. Y el artículo 155 es tan difuso, tan genérico y tan poco concreto, que prácticamente habría que inventar su aplicación.

Supongo que el señor Rajoy les quiere contar esas cosas a sus adversarios, hoy confidentes. Si, de paso, mejora su imagen de hombre impasible, cuatro pájaros de un tiro.