¿Te atreves a hablar de Cataluña?

OPINIÓN

04 nov 2015 . Actualizado a las 20:51 h.

Mal vamos si mis amigos me preguntan si me atrevo a hablar de Cataluña. Claro que me atrevo a hablar del mayor problema que ha vivido la política española en los últimos años y que es comparable al de la crisis económica. No solo es comparable, sino que tiene la misma raíz: el agotamiento de un modelo provisional que no hemos sabido desarrollar.

No me importa decir que me parece una barbaridad que la presidenta del Parlament se salte todos los protocolos y buenos modales y termine su intervención con un «visca la república catalana». Creo que en el frente de los separatistas empieza a crecer la fisura entre quienes consideraban la independencia como un argumento más y en todo caso ultima ratio, y aquellos que veían en ella la única meta válida. Los últimos aprietan el acelerador, porque saben que nunca en las próximas décadas volverán a estar tan cerca de poder conseguirla, y a los primeros les da vértigo la velocidad que ha cogido el barco gracias a sus propios remos.

Por otro lado, están los del frente del «no marcharán», atrincherados en la Moncloa y asustados por encontrarse de repente besándose en público y prometiéndose fidelidad en plena campaña electoral. No es sorprendente que de esta cama redonda salgan triunfantes Albert Rivera y Pablo Iglesias. Rivera no ha cometido errores a nivel nacional y viene con todas las medallas ganadas en Cataluña, ganadas en batallas de las que los otros no querían oír hablar en los últimos años. Iglesias a su vez triunfa con la posición de «estaré en la habitación, pero duermo en el sofá». Intentará posicionarse entre los frentes, un espacio estrecho, pero electoralmente interesante. Trágico es el papel de Mariano Rajoy, que se tiene que despedir de la Moncloa invitando a un día de puertas abiertas a todos los posibles nuevos inquilinos. El acto de confraternización y esfuerzo común que nos negaron a todos durante los largos años de crisis, el «hombro con hombro» que no vieron oportuno para leyes laborales, educativas o de la vivienda llega tarde.

Otro que sale mal en la foto es Pedro Sánchez, tras repetir mil veces las palabras «federalismo» y «reforma constitucional» se nos acercan los quintos comicios electorales sin propuestas ni tan siquiera pistas. Ni en las europeas, ni en las andaluzas, ni en las municipales y autonómicas, ni en las catalanas nos ha querido contar el secreto del «federalismo» y de la «reforma constitucional». Otra vez estamos con la papeleta en la mano y no sabemos en qué consistiría el federalismo que propone el PSOE. Me atrevo a decir que Pedro Sánchez acertó pronto el camino, pero no se atrevió a andar (o no le dejaron).

Para recuperar el afecto de una gran parte de los «separatistas por agobio» hay que poner sobre la mesa ya un plan general de reformas políticas e institucionales para toda España. Un proyecto en el que se vuelvan a sentir cómodos y representados los gallegos, murcianos y extremeños. El hartazgo no es un invento catalán, pero ellos lo han llevado al extremo y se han pasado. Aún no hay nada perdido. El corazón y la razón de los catalanes y del resto de los españoles no se recuperan en el Tribunal Constitucional, ni con brindis al sol. Esta vez no se arregla con parches en el Estatuto de autonomía, haciendo la vista gorda a los negocios de la familia, un poquito de pacto fiscal y dos autovías; el paciente no está para vendas y tiritas, señor cirujano. Aprovechemos esta «unidad del pánico» y la tardía voluntad de cambio, para convertir esta crisis en una oportunidad.

Claro que me atrevo a hablar de Cataluña. De los que se vieron obligados a tensar la cuerda y no se dieron cuenta de que se pasaban dos pueblos (aún no tres) y de los que creían que la crisis política, institucional, económica y territorial era un constipado que pasaría con dos manzanillas y mucho reposo.

Daniel Ordás (Abogado hispano-suizo y promotor de la propuesta reforma13.es)