Circula por los papeles la tesis de que la expresión vulgar manda huevos, inmortalizada por un presidente del Congreso al que se le escapó por lo bajinis en plena sesión de la Cámara, es en realidad manda uebos, lo cual parece darle una pátina de honorabilidad e incluso de elegancia que la hace utilizable hasta en los tés de media tarde de señoras de alto copete.
Explican quienes sostienen lo anterior que uebos es un sustantivo masculino hoy en desuso procedente del latín opus (opus est lectionis: la lectura es necesaria) y que significa ?necesidad, cosa necesaria?. Añaden que la frase tenía su origen en un ¡Mandat opus! que significaría ?¡La necesidad obliga!?. Hay también quien sitúa su empleo inicial en un tecnicismo jurídico. La cosa tiene su atractivo, aunque buscando en los corpus no encontramos más uebos que los que aparecen en los fueros de Soria (1196) y de Béjar, en algunos documentos del siglo XIII y en la Vida de San Millán de la Cogolla (1230), de Gonzalo de Berceo. Dice este: «... untávanlos con ello, e avién mejoría, nunqa lis era uebos buscar otra mengía» (untábanlos con ello y teniendo mejoría, nunca les era necesario buscar otra medicina).
El Cantar de Mio Cid mantiene la b de uebos, pero le pone una h: «Ya vedes que entra la noch, el Cid es presurado, huebos avemos que nos dedes los marcos» (Ya veis que entra la noche, el Cid se encuentra muy apurado, tenemos necesidad de que nos deis los marcos). Se empleaba principalmente en las construcciones uebos me es, uebos nos es y uebos avemos (necesitamos) y en uebos de lidiar, que no hace referencia a los toros, sino al combate.
Del manda uebos no encontramos testimonios. Lo que lleva a pensar que manda huevos es una interjección relativamente reciente, con la que se expresa admiración, desagrado o sorpresa ante algo negativo o que disgusta.
Otra versión sobre su origen menos difundida relaciona la frase con la afición del rey Carlos II por los huevos, cuyo origen situaba, al parecer, con sorprendente precisión. Cuando escribía al marqués de Vélez, al que había enviado a recorrer España para conocer la situación financiera del reino, terminaba sus epístolas con un «Manda huevos». El marqués, irritado por las verdaderas preocupaciones del monarca, concluía la lectura exclamando en voz alta ante sus compañeros de misión: «¡Manda huevos! ¡Manda huevos!».
La frase tiene varios equivalentes, como manda cojones y un eufemístico manda narices. En gallego existe la versión manda carallo, con su variante manda carallo na Habana, y se emplea también manda truco: «Xa me chegou nova do voso éxito, que manda truco, con foto e todo» (Xavier Alcalá, A nosa cinza, 1980). Manda alterna a su vez con tiene o tócate (tiene bemoles la cosa; tócate las narices).