El PSOE, en su hora más difícil

Manuel Lago
Manuel Lago EN CONSTRUCCIÓN

OPINIÓN

06 ene 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

El Partido Socialista está en la hora más difícil de su historia reciente, sometido a un riesgo real de pasokización, esto es, de ir perdiendo relevancia hasta dejar de ser lo que fue: un partido central de nuestro sistema democrático que representó de forma mayoritaria a los votantes de izquierda. En las elecciones del 20D no solo tuvo el peor resultado desde 1977, sino que perdió la hegemonía en la izquierda. Porque el PSOE sufrió una derrota doble: frente al PP pero, sobre todo, frente a las fuerzas de la izquierda emergente. Y eso no le había pasado nunca.

Podemos y sus coaligados en Galicia, Cataluña y Valencia alcanzaron 5,2 millones de votos que, sumados a casi un millón de Izquierda Unida, son 6,1 millones de personas que votaron a la izquierda pero no al PSOE, que se quedó en apenas 5,5 millones. Hay, por lo tanto, un cambio en la hegemonía en el espacio de la izquierda que se ve reforzado en la distribución del voto por edades y territorios: el Partido Socialista se desploma en el voto joven y urbano y solo resiste entre las personas más mayores y los que viven en núcleos de población de menor tamaño.

Es esta circunstancia la que le da mayor dramatismo a su situación, porque en el pasado era el instrumento fundamental que utilizaban los votantes de izquierda para enfrentarse a la derecha, disfrutando de una posición de casi monopolio que IU apenas era capaz de condicionar. Pero ahora eso cambió de forma radical: más de seis millones de votantes han comprobado que sí se pueden tener otras alternativas en la izquierda y esas personas no van a volver a votar al PSOE porque sí, como ocurría en el pasado. La historia del voto útil se terminó.

Más aún, ese trasvase de votos se puede agrandar si el PSOE toma la decisión equivocada en las próximas semanas, elevando la derrota del 20D a la categoría de descalabro. Intentar liderar un Gobierno apoyado en el resto de la izquierda es un camino lleno de riesgos y dificultades, pero lo que es seguro es que si deja gobernar al PP con su abstención o provoca la repetición de las elecciones sin haber agotado las posibilidades de un pacto de izquierda perderá el apoyo de una gran parte de su cuerpo electoral. Y ahora mismo tiene la pinta de que el pulso que mantienen las dos fracciones del partido lo van a ganar, precisamente, los que apuestan por la segunda vía.

En esta situación tan difícil no se puede entender el lamentable y bochornoso espectáculo que está dando la dirección del partido, enzarzada en una pelea de egos -que no de proyectos- que, si no la corrigen de forma inmediata, acelerará todavía más el viaje hacia la nada en el que están instalados desde que en mayo del 2010 cambiaron radicalmente de política económica y social, provocando el enfado y la frustración de su base electoral.

Sin embargo, no estamos solo ante un problema partidario, sino ante uno que afecta al conjunto de la izquierda. Porque no parece que en España sea posible construir un Gobierno alternativo a la derecha con un PSOE destrozado.