Sabrán ustedes que este año se cumplen cuatrocientos de un extraño suceso. En menos de 24 horas morían los dos genios más grandes que haya dado nunca la literatura universal: Miguel de Cervantes y William Shakespeare. Para los ingleses el suyo es un acontecimiento cultural de una magnitud extraordinaria. Liderado por el primer ministro y apoyado por todos los organismos públicos, está ya llevando a cabo una serie de actividades en más de 140 países, que incluyen en algunos casos también a Cervantes. Mientras, los españoles sabemos de las últimas novedades en la vida doméstica del millonario Cristiano Ronaldo. Comprenderán ustedes que nuestros académicos de la lengua andan llorando por las esquinas. A la tremenda descapitalización que ha sufrido en los últimos tiempos la institución se une ahora el ninguneo. No se alejan mucho nuestros políticos de los fanáticos islamistas que vuelan por los aires los templos de Palmira. Que celebremos el cuarto centenario de la muerte de Miguel de Cervantes viendo en el telediario cómo los corruptos andan de acá para allá contando fajos de billetes es tan grave que, como ya ha propuesto Javier Marías, deberíamos entregarles Cervantes a los ingleses. Y ¡que inventen ellos!, que nosotros tenemos que ver el fútbol.