Sánchez, for president

OPINIÓN

22 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

En la lucha democrática por el poder se enlaza la aspiración de influir en la conformación de la convivencia de la sociedad, concretada en un programa, con el interés personal. Puede suceder que lo último condicione más allá de lo que es exigible a la coherencia que el candidato ha de tener con el partido político al que representa. Pedro Sánchez constituye un test. Dejando de lado la pretensión, en la que se ha vuelto a insistir, de una investidura con el apoyo de Ciudadanos y la abstención del PP, solo cabe un acuerdo con Podemos. Su dificultad real se encuentra en la exigencia de un gobierno de coalición, agravada con reclamaciones de puestos y competencias difíciles de asumir. Si ambos caminos hacia una investidura parecen abocados a un fracaso, por qué el líder socialista se ha entregado con tanto empeño a esa empresa. No es un empecinamiento altruista ni alocado porque, en cualquier hipótesis, obtiene ganancia. Desde la propuesta para intentar la investidura Sánchez ha venido realizando una auténtica campaña por la presidencia. Se ha comportado en ocasiones como un presidente bis. Ha aprovechado las circunstancias del protagonismo que le dio la no siempre bien comprendida declinación de Rajoy. No han sido obstáculo sus magros resultados electorales, ni la resistencia dentro del partido, hoy disminuida. Cualquiera que se sea el final del actual recorrido habrá mejorado el punto de partida. Si, como es improbable, aceptase el envite de Podemos, con independencia del daño que causaría al país y al PSOE, pasaría pronto a la condición de expresidente, con la no despreciable canonjía de consejero permanente de Estado. Si, como es razonable y deseable, no se llega al acuerdo con Podemos, Sánchez se reconciliaría con sus críticos en el PSOE, que de momento no tienen una alternativa disponible. De un lado, manifestaría coherencia con las siglas que representa y de otra les habría demostrado valentía en el intento de ser una alternativa al PP, el adversario tradicional, frente a cuyo líder alzó un muro desde la entrevista en televisión durante la campaña electoral. Se le valoraría la gallardía de presentarse a la confrontación parlamentaria de la investidura. Todo ello, a lo que habrían de añadirse los esfuerzos por pactar con Ciudadanos, le permitirían aspirar con fundamento a ser el candidato del PSOE en las previsibles nuevas elecciones; algo que antes no estaba claro.