La dirección de Podemos va a tener que hilar muy fino para resolver el sudoku de la formación de Gobierno en España porque son ellos -lo quieran o no- los que van a decidir si volvemos a las urnas el 26 de junio. No es una decisión fácil, porque el PSOE ha impuesto una restricción extrema que condiciona todo el proceso: su acuerdo con Ciudadanos es una pieza inamovible para conformar Gobierno.
Aquí está el problema de fondo, porque las enormes presiones del aparato del partido -y las voces de las viejas glorias que actúan como los muñecos del ventrílocuo del poder económico- han llevado a Pedro Sánchez a descartar la formación de un Gobierno de izquierda, que es la alternativa más viable dada la actual composición del Parlamento. El acuerdo con Ciudadanos funciona como garantía ante el poder económico de que el Gobierno -si lo hay- se situará en la ortodoxia económica y política de la Troika y que por lo tanto, el PSOE renuncia a la vía portuguesa y acata la disciplina.
Sánchez aceptó que sus mayores le impusieran a Rivera como carabina vigilante de sus relaciones con Iglesias y ese es el escenario en el que Podemos tienen que decidir, sabiendo que el pacto PSOE/Ciudadanos no se va a romper y que por lo tanto un Gobierno «a la valenciana» no entra en los planes de Pedro Sánchez.
Si no hay más piruetas antes del 2 de mayo son tres las opciones posibles: que no se produzca ningún acuerdo y que, por lo tanto, se repitan las elecciones; que se alcance un acuerdo de gobierno en el que estén las tres fuerzas y, por último, que Podemos con su abstención permita que se constituya un gobierno PSOE/Ciudadanos pero manteniéndose en la oposición. La decisión no es fácil, porque cualquiera de las opciones le supondrá un coste elevado si no es capaz de explicárselo muy bien a sus votantes.
En todo caso el Gobierno «a la valenciana» no es, obviamente, la única fórmula adoptada en España después de las elecciones municipales y autonómicas del 2015. Más bien al contrario, es prácticamente la excepción porque en la mayoría de los Gobiernos de comunidades y ayuntamientos se ha hecho de otra forma: gobierna la lista de la izquierda más votada con el apoyo de las demás, pero sin formar Gobiernos de coalición. Así ocurre en Madrid, en Barcelona, en A Coruña o en las comunidades de Aragón o Castilla-La Mancha.
Al dejar atrás el bipartidismo también terminamos con el Gobierno rotatorio del PSOE y del PP, transitando de un modelo de lógica binaria simple a uno mucho más complejo en el que hay cuatro grandes partidos que hay que combinar de tres en tres. Pero eso es lo que la gente ha dicho que quiere en las urnas, y que con gran probabilidad volvería a decir si se repiten las elecciones y, por lo tanto, los partidos tienen que aprender a resolver estas situaciones. Nadie dijo que fuera fácil.