«La crisis del sector lácteo es uno de los asuntos más graves desde la transición». Así lo afirmaba Santiago Rey en una reunión de trabajo con sus periodistas hace tan solo unos días. Porque el análisis, la denuncia, la preocupación y la indignación que reflejan los artículos recogidos en Yo Protesto no son una excepción, no son el fruto de una reflexión puntual. Son solamente una pequeña muestra de un compromiso que el editor de La Voz ha firmado con Galicia 365 días al año.
En un país en el que vemos a diario cómo se critica al de al lado, aunque sea sin razón, surgirán quienes no estén de acuerdo con las reivindicaciones en favor de una comunidad olvidada como es Galicia. Pero ¿qué gallego no estaría de acuerdo en que se busque una solución a los problemas del sector primario? ¿Qué gallego no quiere que las eléctricas devuelvan a los ciudadanos parte de los beneficios que se embolsan con nuestros recursos naturales? ¿Qué gallego no se ha indignado con el desmantelamiento del sistema financiero? ¿Qué gallego no ha querido rebelarse ante la agonía de las pequeñas y medianas empresas? ¿Qué gallego no ha querido gritar contra los recortes económicos que reducen servicios básicos como la educación o la sanidad?
El editor de La Voz de Galicia ha sido, en muchas ocasiones, el primero en denunciar lo que otros no vieron, y en otras tantas, quien ha dado voz a los que no tienen voz. Ahora Galicia le plantea otro reto: que no ceje en el empeño de ser quien vigila, persigue y presiona a los que mandan.