El deplorable proceso para formar gobierno

OPINIÓN

22 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

GERARD JULIEN | AFP

El proceso que está siguiéndose para formar un gobierno no servirá como ejemplo en la historia de la democracia, por su duración y por la manera de comportarse los principales actores. La posición de Sánchez, movida por el rencor y el regodeo de contemplar el fracaso de Rajoy en la investidura, le ha llevado a reiterar y ampliar su no, resistiendo presiones de referentes de su propio partido. Sin la abstención, clara o disimulada, del PSOE es prácticamente inviable el éxito de la investidura de Rajoy. La actitud de Rivera podría calificarse de desfachatez, por el relato engañoso que hizo en su carta dedicada a sus compatriotas socialistas, al erigirse con Sánchez en defensores de la democracia contra la pinza de bloqueo de PP y Podemos ante la deslealtad de Rajoy al rey por no aceptar su propuesta. A pesar de la descalificación personal de Rajoy, y de quienes le votaron, en un alarde de hombre de Estado, el líder de C’s prometió pasar de la abstención al sí con una declaración solemne a cambio de que se le aceptaran seis condiciones, que se presentaron como intocables. Todo esto huele a precocinado desde fuera. Quizá ayude a comprender la actitud de Rajoy que, me malicio, ha ganado a todos en pericia.

El líder de la lista más votada aceptó la propuesta de ser candidato porque ha dado a entender que en esta ocasión puede obtener la investidura. Es de suponer que tiene sus garantías La única diferencia de la anterior es que ahora PSOE y C’s no suman más escaños que el PP. Aquella aventura de Rivera y Sánchez, con la oculta esperanza de la abstención de Podemos, no es posible. Rajoy ha proporcionado el tiempo necesario para que se montara la nueva escena, en lo que ha sido reconocido maestro. Primero, dejando en el aire no presentarse a la investidura si no tuviere los votos suficientes. Después, aceptando la fecha del 30 de agosto, con la retranca de que, si no es investido, el 25 de diciembre habría elecciones que todo el mundo, incluido él, aparenta no querer. De ese modo resulta coherente sin ser desleal al rey, da satisfacción a Rivera, a Sánchez, al menos en parte, y no puede imputársele un bloqueo constitucional cuando además le reclama colaboración.

El proceso no está acabado. El siguiente paso es que el candidato se presente a la investidura convocada y solicite la confianza del Congreso; o no, como diría Rajoy. En el caso de no superar la investidura, durante dos meses que finalizarían después de las elecciones del País Vasco y Galicia -no hay puntada sin hilo-, el rey puede formular una nueva propuesta. La Constitución no le impide que la repita al anterior candidato y no le obliga a ofrecerla al segundo más votado. Si procediese como hasta ahora, habría de proponer a Sánchez, que se encontraría ante un dilema envenenado: si declina, reconocería su impotencia cargando con la calificación de desleal imputada a Rajoy; si acepta, puede salir de nuevo trasquilado, aunque lo contrario no es imposible.