Con qué y a qué están jugando

OPINIÓN

05 sep 2016 . Actualizado a las 13:59 h.

El saldo de las jornadas parlamentarias sobre la fallida investidura de Rajoy ha sido deprimente para la confianza de los ciudadanos en ese pilar de la democracia que son los partidos políticos. El desconcierto es patente. ¿Qué va a pasar? ¿Habrá nuevas elecciones? Apartando la hojarasca de los debates parlamentarios, un nuevo intento de Rajoy solo será posible con la abstención del PSOE, negada de un modo contundente por Sánchez. Por mucho que se esfuerce Rivera, los votos de C’s son insuficientes. Contando con aquella, el candidato se lanzó a la piscina y aunque en su discurso no la solicitó de un modo formal quedó implícita en su petición de que dejase gobernar. Nada nuevo, porque en el intento fallido de Sánchez, también con Rivera, se esperaba la abstención de Unidos Podemos. Que se realice esa hipótesis dependerá, en todo caso, de lo que suceda en las elecciones vascas y, sobre todo, en las de Galicia.

El sorpasso de En Marea al PSdeG, que auguran las encuestas, podría servir de ocasión para que el comité federal del PSOE volviese sobre anteriores acuerdos. No es este el lugar para expresar cómo habría de hacerse sin que se altere la posición del actual secretario general. Respondería a la cuestión de fondo que tiene planteada el partido. No se trataría solo de hacer posible la formación de un Gobierno, sino también de una reorientación política. Dicho con llaneza, el PP es el adversario nato, pero su enemigo fraterno es Podemos y confluencias, a quienes está manteniendo en el poder en autonomías y ayuntamientos. La intervención de Iglesias, incluido el gesto ritual, dejó claro que aspira a ser el oponente auténtico a lo que dice representan el PP y C’s que despreció; la izquierda libre de toda contaminación del pasado ocurrido bajo la Constitución de 1978, en la que incluye al PSOE, con quien está dispuesto, sin embargo, a colaborar.

No parece probable que prospere una iniciativa del PSOE con los de Podemos y todos los nacionalistas, ni tampoco la dejada en el aire por Sánchez de entenderse con aquellos y C’s, solo posible con la abstención de estos, aunque en este juego arriesgado para el futuro del país nada resulta inabordable. Si nada cambia, son inexorables las elecciones, para cuyo cambio de fecha hay consenso. No serían el apocalipsis, pero participo de la opinión de que no son una buena solución, porque llegaría a un año el Gobierno con funciones limitadas, y porque dudo mucho que se cortase el nudo gordiano que nos oprime al plantearlas como una disyuntiva, que quedó patente en el discurso de Rajoy y que caricaturizó Iglesias. Basta decir que el PP habría de conseguir una práctica mayoría absoluta para evaluar su dificultad. Hay, al menos, cansancio. Desde un Gobierno pueden conseguirse acuerdos puntuales variables.