No a la guerra

M.ª Carmen González Castro
M.ª Carmen González VUELTA Y VUELTA

OPINIÓN

28 sep 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Parece que los votantes gallegos desempolvaron el domingo el famoso lema que trajo de cabeza al Gobierno Aznar en el año 2003: «No a la guerra». Y no porque hayan vuelto la cabeza a Irán o Afganistán. No les ha hecho falta. Les ha bastado con echar un ojo a los partidos que se presentaban a las elecciones del 25S.

Porque el domingo dos candidaturas superaron de largo lo que las encuestas apuntaban (PP y BNG) y dos se quedaron bastante lejos de lo que tenían (PSdeG) o de lo que de ellos se esperaba (En Marea). Los dos primeros, populares y nacionalistas, son formaciones que han mostrado pocas fisuras, que han tenido fuerzas para centrarse en su campaña y no dilapidarlas en guerras internas, y han visto cómo los electores se lo reconocían.

Enfrente estaban el PSdeG y En Marea. El primero una fuerza histórica, con un papel muy relevante en los más de treinta años de Parlamento de Galicia, ha demostrado que es imposible remontar cuando el partido está tocado: sin dirección, en manos de una gestora y con uno de los principales valores municipales -Caballero- despreciando al candidato. Si a esto se añade que la formación a nivel nacional está completamente rota, con un secretario general enfrentado a todos su barones, las perspectivas eran dantescas y el reto, imposible.

En guerra estuvo también En Marea cuando dos de las patas llamadas a tener el mayor protagonismo en la formación (las mareas y Anova de un lado, y Podemos, de otro) echaron un pulso sobre quién imponía su criterio en relación a la forma de concurrir a las elecciones. No contentos con tensar la cuerda entre ellos, prácticamente retransmitieron el combate en directo a toda la sociedad gallega. Eso sí, siempre en aras de la transparencia. Al igual que ocurre con el PSdeG, a En Marea tampoco le benefició que Pablo Iglesias y Errejón la liasen justo cuando faltaban cuatro días para votar, por mucho que después lo quisieran vestir de «sano debate interno».

La oportunidad era única, después de unos años de duros ajustes, ejecutados por un PP que, a nivel nacional, se ha visto acosado por muchos casos de corrupción. Pero ¿de verdad que creían que proyectando esa imagen de enfrentamiento, división y desorden iban a recibir un respaldo masivo de los electores? El motivo no es, como en un acto de desprecio a los gallegos dijo Fernán Vello en un tuit, que el gallego sea un «pobo alienado e ignorante». Es mucho más sencillo que todo eso. Después de sufrir tanta crisis, tantos recortes y tanto paro, los gallegos han pensado: Si no son capaces de gobernar su casa, ¿cómo van a ser capaces de arreglar lo mío?