Imágenes insólitas que llaman la atención en una Galicia de usos y costumbres cada vez menos rurales. Una piara de jabalíes es conducida por una patrulla motorizada de la policía local para que abandone con orden las calles de una zona urbana en la periferia de A Coruña. Cazadores ataviados con ropas de camuflaje, encaramados en los árboles y armados con sofisticados arcos siguen un minucioso ritual para dar caza a los animales salvajes que por las noches hacen ronda entre coches aparcados, contenedores de basura y parques infantiles.
Las imágenes, sin duda con su punto divertido, son la consecuencia de un problema que se extendió a las ciudades, pero que en el campo vienen padeciendo desde hace tiempo quienes todavía dedican sus leiras a plantar patatas o un poco de maíz. Como la avispa velutina, los jabalíes se nos han metido hasta la cocina. O debajo del coche. Un verdadero quebradero de cabeza también para los conductores, la Guardia Civil y las aseguradoras. Los jabalíes (un adulto puede llegar a pesar cien kilos) están implicados en un tercio de los siniestros con animales. Y como es una especie cinegética, los daños corren a cuenta del conductor.
Antes del verano, la Consellería de Medio Ambiente había autorizado más de 30.000 batidas en Galicia para poner freno a la superpoblación de la especie. Los permisos para matar ejemplares parece que están logrando el objetivo: si en la década pasada se habían multiplicado por tres las manadas, en los últimos años se habrían empezado a reducir. Claro que no falta quien argumenta que también la presión de la caza los está acercando a las tierras de labor y a las ciudades. Lo de los arqueros tendrá su gracia, pero ¿cuál es la solución?