Convergencias de los populismos

OPINIÓN

30 ene 2017 . Actualizado a las 08:23 h.

Los populismos han irrumpido de nuevo. La muestra más reciente y nada irrelevante ha sido la de Trump, presidente de los Estados Unidos. Se manifestó sin tapujos y sin un mínimo de cortesía democrática en su discurso de toma de posesión; en realidad, un mitin de los repetidos a lo largo de la campaña electoral. Su misión, proclamó, es devolver el poder al pueblo. En otras palabras, se presenta como un salvador del país. Suele ocurrir con ese tipo de líderes que se apoyan en ideas muy simples expresadas de un modo contundente. En este caso, América lo primero; dicho en un mundo globalizado, tiene una importancia excepcional. El populismo nacionalista suministrado en vena por Trump es común a otros de lo que llamamos mundo occidental. Una de las claves de su relevancia política, o de su constitucionalmente legítimo éxito para acceder al poder, es un profundo sentido social de frustración del que resulta una también profunda desconfianza en el sistema político establecido, o en su manejo, llámese Constitución, establishment o casta. Se confía en el líder populista que devuelve la esperanza. Para lo que promete, Trump no precisa de un discurso muy articulado. Lo rudo de su oratoria se valora como sinceridad. Le basta con decir que otros países han robado a los americanos. Un argumento aquí familiar, empleado por secesionistas catalanes al referirse a una genérica España.

El sentimiento nacionalista consiste en hacer de nuevo grande al país. En EE.UU., sustituye al «sueño americano» de tanto inmigrante que contribuyó a hacerlo. La «gran Alemania», en el caso de Hitler, que saldría de la crisis económica y la humillación derivada de las consecuencias de su derrota en la guerra del 14-18. Allí tenía detrás una orientación ideológica que, al exaltar el «espíritu del pueblo» alemán, llegaría a sostener que solo en su lengua podría pensarse.

El brexit en el Reino Unido tiene también parte de su éxito en un populismo nacionalista. Con suficiente claridad para una británica, May se ha visto forzada a responder a la UE que el Reino Unido renuncia a la unidad de mercado. Una decisión muy significativa porque fue uno de los principales promotores de un mercado común. Su prioridad es ahora no tener que aceptar el libre desplazamiento de ciudadanos de los otros Estados de la UE.

En el brexit se unieron el nacionalismo tradicional conservador con el nuevo de quienes se benefician de los servicios sociales y temen que pueden ser perjudicados. El proteccionismo ha sido la propuesta de Trump para abordar la preocupación social por la pérdida de empleos. La radicalidad de estas políticas se basa en sentimientos reales, aunque no sean de la mayor calidad humana. Constituyen una base importante de otros populismos europeos, como Francia y Alemania. No es la única del triunfo de Trump; basta con reparar en la personalidad del vicepresidente. Se distorsiona su comprensión si se reemplazan los votos emitidos por el número de quienes se manifiesten en contra.