Depresión plástica

Jorge Mira Pérez
Jorge Mira EL MIRADOR DE LA CIENCIA

OPINIÓN

19 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Acaba de descubrirse en los fondos marinos una concentración elevadísima de un compuesto sintético usado en muchos objetos de nuestra vida moderna y que también se crea durante la incineración de basuras. Su producción se empezó a prohibir en 1979, al detectar que es cancerígeno: es considerado uno de los 12 compuestos más nocivos fabricados por el ser humano. Pero ya fue tarde: no es biodegradable, con lo cual se difunde por todo el planeta sin desaparecer durante décadas. Además es muy poco soluble en agua, así que su presencia es curiosamente mayor en el fondo que en las ya sucias aguas de la superficie. Por debajo de ellas los animales marinos lo absorben, y nosotros, al comer esos animales, comemos también los contaminantes. Es la ley del talión de la naturaleza: que el que fabricó ese veneno acabe siendo víctima de él. 

Lo biodegradable es aquello que puede descomponerse en elementos químicos naturales por la acción de agentes biológicos, y el plástico no lo es. Ese concepto debería ser un pilar fundamental en la formación del ciudadano moderno y ya no digamos de las nuevas generaciones, pero a veces parece que algo falla. El pasado domingo, una adolescente de 15 años me dijo que tira bolsas de plástico al suelo sin ningún remordimiento. Solo tres días después, una señora mayor me abordó en el campus de Santiago, para preguntarme si sabía de alguna papelera cerca para tirar una bolsa de plástico que guardaba en su mano desde hacía rato. Un triste contraste generacional. ¿Estamos involucionando?