La trampa

María Xosé Porteiro
María Xosé Porteiro HABITACIÓN PROPIA

OPINIÓN

14 jun 2017 . Actualizado a las 08:20 h.

Ni los argumentos triunfalistas sobre la economía para ocultar la pobreza y la brecha de desigualdad que ha venido para quedarse. Ni los delitos que han situado a cientos de próceres presentes y pasados en la cárcel o en el banquillo. Ni el paso contundente de Irene Montero por la tribuna de oradores. Ni la novedad de una chaqueta sobre la camisa proletaria del promotor de la moción de censura que estamos comentando. Ni la impertérrita expresión de ese señor del que todos hablaban... dejaron de evidenciar la bipolaridad del debate que ayer se dio en el Congreso de los Diputados, entre acusaciones de deleznables corruptos y peligrosos independentistas. 

Hicieron trampa: Uno, por el recurso fácil de la mentira como justificación de decisiones políticas de enorme coste social, sabedor de que aquí no se valora tan fundamental principio de la ética política (de la corrupción mejor no hablar, tan evidente, demostrada y casi añeja, que no hará caer a un Gobierno relajado y tranquilo con el presupuesto aprobado para el 2017 y asegurado para el 2018, vía prórroga o por nueva negociación con los mismos socios). Otro, que en una situación normal no habría osado presentarse como alternativa cuando solo buscaba dar el tiro de gracia a su auténtico rival -ya se sabe que los odios más acérrimos se dan en la propia familia- sabiéndose incapaz de reunir los apoyos precisos para presentar una alternativa de gobierno creíble y factible.

El relato sobre la corrupción inquieta a parte de la ciudadanía e incomoda a sus protagonistas, pero no va más allá en estos momentos procesales donde el calendario lo marca Cataluña y la temperatura vendrá dada por el nuevo comienzo de un Partido Socialista que empieza a levantarse de la lona con el aturdimiento del boxeador sonado, por muy decidido a recuperarse que se manifieste. Podemos ni puede, ni sabe, ni quiere ser alternativa al Partido Popular. Si había alguna duda, ayer se despejó rotundamente. No es tiempo de cosecha, señorías. Será momento, si acaso, de sembrar con seny, sentidiño o sentido común, que todo viene siendo lo mismo. Y ya se verá qué fruto se recoge.

Habrá que ver qué pasa con el PSOE, con el procés y con la exigencia de mayores recortes y sacrificios que demanda Bruselas; limpiar la basura acumulada en las cloacas de los presupuestos gestionados por señores cuyo nombre se ha vuelto impronunciable; y comprobar si el tiempo se moverá a favor o a la contra de los tahúres que juegan con cartas marcadas. Si algo ha quedado claro es que ahora no toca. Mientras tanto, imitando el recurso a la historia que esta moción de censura nos deja, podemos repasar la del Imperio romano: en el siglo I, el escritor y político Petronio se preguntaba, mesándose los cabellos, qué pueden hacer las leyes, donde solo el dinero reina...