¿En Marea? ¡Qué mareo!

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

xoan a. soler

16 jul 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Imaginemos una pareja cuyos miembros no hiciesen más que discutir sobre su amor y desamor, peleándose y reconciliándose sin cesar y buscando obsesivamente formas peregrinas con las que poder llegar a coexistir o al menos a aguantarse. E imaginemos qué ocurriría en tan penosa situación con la familia cuyo futuro dependiese de esa pareja ensimismada y en constante pie de guerra. Es fácil: que no habría quién se ocupase de llenar la despensa; pagar las facturas; garantizar la limpieza de la casa; asegurar que el jardín no se convierte en una selva y, en suma, evitar el caos de una convivencia sin orden ni concierto.

Pues bien, es difícil encontrar una metáfora más precisa para describir la situación de En Marea, que ayer celebró un plenario para hacer lo único de lo que ha demostrado ser capaz: mirarse al ombligo y hablar de sus querellas familiares. Es como si todos los dirigentes de En Marea fuesen psicoanalistas argentinos. Mientras, ningún gallego conoce lo que opina el partido instrumental (¿o es instrumento partidista?) sobre los problemas del país y sobre las propuestas de En Marea para darles solución. De En Marea solo sabemos que proclama ser la voz genuina de la gente, que sus componentes están siempre peleados entre sí y que sus líderes viven en un constante arrancamoños. ¿Por qué? ¡Ah!: las causas de ambas cosas constituyen un arcano, que solo a los mareólogos experimentados corresponde interpretar.

Ello no impide a En Marea, por supuesto, considerarse una familia modelo, aunque no cumpla con ninguna de las obligaciones que se suponen a las parejas cuando tienen hijos a su cargo. Todo eso a En Marea se la sopla mientras sus dirigentes discuten si son novios ocasionales con derecho a roce; pareja abierta, de hecho o de derecho; matrimonio vivo, separado o divorciado. En Marea -afirman sus miembros- es la legítima representante de Galicia y punto en boca. Y para demostrar ese convencimiento berroqueño, sorprendentemente compatible con la absoluta incapacidad de En Marea para aportar nada al futuro del país, sus miembros ponen a caldo a todos sus parientes políticos, gente antigua, pura casta, desligada de la Galicia auténtica que ellos representan. ¡Toma ya!

Menos mal que, mientras en En Marea juegan a divertirse con su interminable culebrón, hay en Galicia quienes, sin echar los pies por alto y con la discreción de las personas responsables, se ocupan de todo aquello que al partido instrumental (¿o es partido instrumentista?) le importa un pito: hacer presupuestos, pedir prestado, pagar deudas, vigilar la educación y la salud, asegurar que funcionen los servicios y, en una palabra, gobernar. Por eso les va mejor que a los autoproclamados verdaderos representantes de la gente: porque, por seguir con la metáfora, lo que los hijos esperan de sus padres es que, en lugar de pelearse, les garanticen paz, seguridad y bienestar.