Gais en Berlín

Fernanda Tabarés
Fernanda Tabarés OTRAS LETRAS

OPINIÓN

FELIPE TRUEBA | Efe

30 jul 2017 . Actualizado a las 09:34 h.

En el invierno total de aquel Berlín de 1992 todavía se podía escuchar cómo caía el muro. La ciudad aún vivía ajena a esa impostura de parque temático de la modernez por la que ahora transita y era de verdad un territorio fronterizo en el que se estaba ventilando el futuro. Si entonces hubiésemos sabido que con las piedras de aquella empalizada se iba cayendo la socialdemocracia continental o que en unos años Alemania sería el árbitro severo de una Europa que se tambaleaba, quizás habríamos contemplado aquel paisaje más impresionados, pero a los 24 años todavía hay demasiadas cosas que celebrar. En aquel Berlín de 1992 dos mundos empezaban a tocarse con el interés desconcertante de un primer polvo y en el barrio más prometedor de Europa, aquel vibrante Kreuzberg, se escuchaba a Kortatu. Algo sucedía por allí que ya anunciaba la musculatura futura de Alemania y que embadurnaba de una normalidad atosigante la figura de una España que desde aquella ciudad en construcción se recordaba demasiado gris y tan previsible como irritante. No tendríamos que haber dado por hecho tantas cosas, pero desde aquel febrero luminoso era fácil suponer que Berlín iba a ir por delante en la imprevisible caminata hacia el futuro. Esa gran ciudad, con su misteriosa melancolía incluida, regresó ayer a la memoria tras leer que el Boletín Oficial del Estado alemán concedió carácter oficial al matrimonio homosexual y que desde el 1 de octubre los gais podrán casarse y adoptar. Inevitable pensar en todos los que llevan haciéndolo en España desde hace 14 años y en todos los que, queriendo, no han podido hacerlo durante todo ese tiempo en esa ciudad en la que en 1992 se hilvanaba el futuro y se escuchaba a Kortatu.