Desde ayer, la humanidad vive a crédito: ya hemos consumido los recursos naturales que el planeta puede producir en un año. Son datos proporcionados por Global Footprint Network, una entidad privada que reúne a centenares de científicos, intelectuales, empresas y oenegés de todo el mundo que, con su trabajo, pretenden proporcionar los datos científicos necesarios para conducir a la humanidad hacia la sostenibilidad.
Cierto que no todos consumimos de la misma manera. Nuestro país se encuentra entre los que más déficit ecológico presentan del mundo. Pero a todo hay quien gane: si todos tuviéramos el mismo estilo de vida que norteamericanos o australianos, necesitaríamos cinco planetas como la Tierra para abastecernos. Menos mal que dos tercios de los terrícolas apenas tienen qué llevarse a la boca.
Aparte de ser indigno ese último dato, lo cierto es que las consecuencias de este consumo desmesurado resultarán nefastas para todos, de ellas no se salvará nadie por muy abultada que tenga la billetera. Y ya se están sintiendo: deforestación, pérdida de biodiversidad, escasez de agua, acidificación de los océanos, erosión del suelo, cambio climático. Pero cambiar no es fácil, nunca lo es. Mucho menos cuando el cambio afecta de manera directa a nuestro particular estilo de vida. Por eso hay que apelar a la conciencia. Y por eso el papel de las diferentes religiones es tan importante en este asunto.