La valoración del turismo

Andrés Precedo Ledo CRÓNICAS DEL TERRITORIO

OPINIÓN

14 ago 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Todos los manuales de turismo hablan de la posibilidad de una inflexión en la curva de crecimiento cuando se agota el ciclo de vida de un producto, cuando se sobrepasa la carga ambiental o cuando surgen situaciones de rechazo social generalizadas. En la España actual el turismo se ha convertido en nuestra tabla de salvación, por su aportación al PIB y a la creación de empleo, aún predominando el trabajo precario. En algunos casos se ha caído en un permisivismo equivocado, porque lo que es pan para hoy puede ser hambre para mañana. Pensemos en el turismo masificado y conflictivo de lugares como Magaluf o Ibiza. También se ha generado un rechazo de muchos ciudadanos a la masificación de nuestras ciudades más visitadas, y los casos de San Sebastián y Barcelona son bastante significativos, por tratarse de nuestros destinos de turismo urbano que ocupan el primer y cuarto lugar. A todo ello se ha sumando el auge de las viviendas vacacionales en el centro de las ciudades que ha dado lugar un una verdadera confrontación social. Efectos que empezamos a denominar «turismofobia», aunque en realidad no sea una fobia el turismo en si sino a determinadas situaciones provocadas por una mala política turística. Solo algunos grupos radicalizados lo han tomado como estandarte de una nueva confrontación política. Entre nosotros no se han detectado estos problemas, salvo casos puntuales, como algunos tramos del camino francés, el casco viejo de Santiago en dos o tres meses del año, o algunos lugares de la costa en períodos mas cortos. La apuesta de la Xunta se orienta al turismo de calidad, a la corriente slow life, y al descanso, pero hemos de estar atentos para que otros intereses no reproduzcan aquí situaciones indebidas. Dos son las amenazas: por un lado, la masificación mediterránea que provocará seguramente un retorno al norte, y, por otro, los efectos del cambio climático, que harán de nuestras comarcas destinos apetecidos para los habitantes de la España meridional agobiada por las olas de calor, como ya viene ocurriendo, al menos en el norte de Galicia. Un directivo de la principal compañía aérea del low cost, uno de los factores causantes de la masificación, ya se ha pronunciado, sugiriendo la construcción de resorts en la costa gallega. Y no es que sean malos si están bien planteados, pero no deben tomarse como la entrada en una vorágine cuantitativa del turismo, en la que solo cuenta el número y no la calidad. Hemos logrado mantenernos en buen estado, aunque el feísmo no cesa de aumentar y la higiene tampoco mejora, pero hemos de procurar que los problemas que están provocando la fobia social ante el turismo masificado y de baja calidad no se asienten entre nosotros. Sin caer en demagogias ni radicalismos.