Bueno, reconocerán ustedes que el terrorismo está bien barato. Hay que tener lo que todos tenemos y ponemos en el currículo: carné B1. Ya nada de preparación paramilitar, ni amonal, ni armas. Un chaval se alquila una furgoneta y ¡hala, a matar! Él es uno, o cinco, o doce y nosotros diez mil, cuatro millones, todo el país, y plantamos cara como si hubiera enemigo, pero no lo hay. Es solo la constatación de la fragilidad de la vida en esta aldea mundial. Los hay que matan a sus compañeros de colegio porque se sienten humillados y otros por la independencia de Euskadi, que es lo mismo que matar para que la Real Sociedad gane la liga. También los de la supremacía blanca o los de la maté por que era mía. Yo no creo que esto tenga que ver con el tamaño de Alá que con tanta vehemencia proclaman los asesinos. El islam es una religión con más de mil millones de creyentes en el mundo, que cumplen sus ritos, como cumplen los judíos, los cristianos y los hindúes los suyos. Otra cosa son los derechos civiles, la libertad y la igualdad, a las que las religiones son poco aficionadas, como bien saben las monjas. Pero yo creo que en la civilización y el progreso no hay atajos. Que el capitalismo tiene que ir acompañado del reparto de la riqueza, de educación, de cultura y libertad. De democracia, que es tanto el gobierno de la mayoría como el respeto a la minoría; y que un mundo desarrollado será aquel en que menor sea la diferencia entre ricos y pobres. Eso es lo difícil. Lo fácil es ponerse lazos, encender velas y hacer minutos de silencio. Claro que tenemos que cortar esto de los terroristas islámicos, pero sin olvidar que hay que combatirlos por terroristas, sin adjetivos.