Malandros y malandrines

Francisco Ríos Álvarez
francisco ríos LA MIRADA EN LA LENGUA

OPINIÓN

02 sep 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace ya tiempo que el sustantivo malandro ha pasado de las páginas de sucesos de la prensa venezolana a las de política. «Nos atrevemos a calificar a Venezuela como un gobierno malandro y de malandros», llegamos a leer en el diario El Nacional. Allí, como en algún otro país americano, los malandros son los delincuentes, especialmente los jóvenes que van armados y usan la violencia, así como otros personajes de mala vida. Hoy también se aplica a los hombres públicos que pisotean el Estado de derecho.

En el origen de esta bellaquería está, como suele ocurrir, el griego, concretamente melandrion, que significa ‘corazón del roble’. Por el color oscuro de este, el latín lo tomó para dar nombre a un tipo de lepra y lo adaptó como malandria. El afectado por esta era el malandriosus, que se convirtió en el italiano malandrino ?los primeros testimonios datan de mediados del siglo XIV?, que primero fue el leproso pordiosero e inmediatamente después el salteador de caminos. En italiano se usó también malandro, ‘maleante’.

Los primeros malandrines que encontramos en español los menciona Juan Fernández de Heredia en la traducción de Vidas paralelas, de Plutarco (1379-1384): «El qual Siron, segunt que dizen muchos, era grant malandrin». Vuelve con ellos en la Gran crónica de España (1385): «... los malandrines de la tierra. & los curssarios dela mar». Los asienta definitivamente en el español Cervantes, que pone en boca de un desafiante don Quijote: «¡Tente, ladrón, malandrín, follón, que aquí te tengo y no te ha de valer tu cimitarra!». A partir de ahí son legión los malandrines que pueblan nuestra literatura.

En todas partes hay bellacos y follones, esos personajes de ruin proceder de quienes hablaba don Quijote. Y en cada idioma hay que ponerles nombre. Así, el francés dio con malandrin para sus salteadores de caminos medievales y el catalán se hizo con malandrí para quienes desempeñaban el mismo oficio.

El portugués ha optado por la forma regresiva malandro, aunque añade otros significados al que tiene el venezolano: Aquele que vive em busca de prazeres e diversões; quem gosta de viver de modo boêmio, sem trabalhar, na malandragem. En esa lengua se emplean también malandrim y malandrino, así como en verbo malandrar, ‘levar vida de malandro’.