Cataluña y Euskadi, universos paralelos

María Xosé Porteiro
María Xosé Porteiro HABITACIÓN PROPIA

OPINIÓN

03 oct 2017 . Actualizado a las 07:43 h.

Aprimeros del 2004 nadie apostaba por una victoria de los socialistas, que presentaban a un líder poco conocido pero que supo aprovechar su oportunidad. Ganó sin mayoría absoluta y, como marca la tradición en las Cortes Españolas, recurrió a los nacionalistas vascos, catalanes y gallegos para sacar adelante sus propuestas. Sus leyes sociales fueron aprobadas a cambio de las territoriales, que removieron los cimientos del Estado de las autonomías.

Lo cierto es que desde el último Gobierno de Felipe González, Convergencia i Unió y el PNV fueron firmes aliados de los partidos constitucionalistas. En cada negociación lograron constantes mejoras en la financiación autonómica y mayores cotas de autonomía, hasta el punto de que el Estado español está considerado como uno de los más descentralizados del mundo. Parece imposible, si atendemos a la denuncias del independentismo catalán de ser un pueblo oprimido, sojuzgado, sin libertades, imposibilitado para cultivar su cultura y su lengua, con falta de recursos, abandonado e incomprendido. Tal vez, de todo ello, lo único verdadero sea esto último, evidente en los dos Gobiernos de Mariano Rajoy, que instauró esta nueva política cuando ganó en el 2011 por una mayoría absoluta que no precisaba de acuerdos.

El nacionalismo vasco parece tener otra visión, sin renunciar a una independencia sine die, con el excelente concierto vasco basado en razones históricas. Incluso así, Ibarretxe -es decir- el PNV, intentó en el 2009 una reforma de su estatuto que se tramitó conforme marca la ley. En el Congreso de los Diputados no consiguió aprobarlo, pero ganó el respeto de todos los partidos políticos y de la opinión pública. Ello no impidió que las relaciones Gobierno central-Gobierno vasco vivieran una de sus mejores épocas, e incluso se estableciera un acuerdo, nunca reconocido, para terminar con el terrorismo etarra.

¿Qué ocurrió en este tiempo para que la aspiración independentista vasca, que tuvo en ETA peor expresión, fuera desactivada mediante políticas de diálogo y acuerdos -incluso con desencuentros- mientras en Cataluña se ha producido una rebelión sorprendente por su virulencia y ardor? ¿Acaso viven en universos paralelos? Esa pregunta deberían hacérsela Sánchez, Rajoy, Rivera, Urkullu, Iglesias, Garzón, Tardá, Puigdemont.... y no aparecer en público hasta que se pongan de acuerdo en la respuesta. Porque no es posible que algo tan importante se liquide con enfrentamientos propios de ocupaciones militares y poblaciones en pie de guerra.

Que nos lo expliquen y si no son capaces, que se vayan, se cierren las Cortes, se reseteen los últimos 40 años y volvamos a empezar desde cero. Repetir errores del pasado, a estas alturas, tendrá un coste inasumible.