Tengo un ataque de «procés»

Javier Guitián
Javier Guitián EN OCASIONES VEO GRELOS

OPINIÓN

07 nov 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Desde hace unas semanas soy incapaz de redactar nada coherente. Quiero escribir patata y me sale Puigdemont y al intentar referirme a un filete escribo fiscal o Forcadell. Me despierto por la noche a vueltas con el procés y cuando me quedo de nuevo dormido sueño con Oriol. En la tele solo veo jueces y gente con banderas. Y me pitan en los oídos el himno catalán y el Qué viva España de Manolo Escobar. Estoy harto.

No puedo con la mediocridad de los políticos, con las tertulias vengativas que odian a los independentistas, ni con quienes creen que TV3 es información. Estoy harto de Santi Vila y de que lo insulten, de no poder hablar de fútbol sin mencionar la posición política del Barça. Me cansa esta estupidez, cómo mienten sobre las consecuencias económicas de este desastre y cómo se desprecia al resto de los catalanes.

Estoy harto de que metan gente en la cárcel, de que los programas de la tele duren mucho y de que en Youtube haya cientos de vídeos insultándose unos a otros. Me da asco la falta de criterio de las televisiones y no soporto a Artur Mas, la ignorancia de Pablo Casado y la superioridad moral de los jordis. Me produce náuseas oír hablar de democracia a quienes han convertido el Parlamento catalán en un circo.

Estoy harto de Podemos y sus franquicias, de Colau y de la ceguera del PP. Y me revienta que todo el mundo quiera sacar partido de este desastre. Me duele ver como un país se autodestroza y como un coro de imbéciles propone boicotear los productos catalanes. No entiendo que los de la CUP sigan creyendo que están en una asamblea de facultad cutre.

Me abruman las decisiones judiciales que no entiendo, los tertulianos sectarios y las mentiras de los independentistas; no quiero calçots ni butifarra. Pero tampoco me trago el «más dura será la caída» de la nota de la fiscalía ni la empanada mental de Hernando. No puedo ir a un bar sin oír hablar del procés, del peinado de Puigdemont o de las declaraciones de Piqué; coño, no quiero cava pero tampoco anís del mono, simplemente quiero no ver en una temporada a Rahola, salvo en Mira quien baila.

No entiendo a quién representan las llamadas entidades ciudadanas, ni que la izquierda se haya vuelto nacionalista; me resultan despreciables quienes insultan a Serrat o a Juan Marsé y quienes llaman traidores a Borrell o Paco Frutos. No soporto a quienes esperan horas con banderas para gritar «a la cárcel» a unos cargos públicos elegidos democráticamente, como si esto fuera de venganza y no de justicia. No puedo más.

Tal vez los lectores hayan deducido de estas pocas ideas que estoy un poco harto. Pues tienen razón: mi lucidez solo me acompaña unas horas al día. Ahora empieza a afectarme al habla y en medio de la clase se me escapa un Junqueras o un Lamela, y el otro día en un restaurante pedí una estelada poco hecha con romesco. Estoy fatal.

Cielos, tengo que dejarles, creo que me está dando un ataque de procés. Voy a ver si me tranquilizo comiendo unos huevos fritos con patatas o mejor dicho unos huevos fritos con Puigdemont. Adeu.