Veo a la mayor parte de nuestros agentes políticos y sociales denunciar una marginación de Galicia sin encajarla con una estrategia de país sobre corredores ferroviarios
entristece el comprobar como en este asunto campa a sus anchas lo que yo llamo abducción del finisterre, del fin del mundo. Digo esto porque veo a la mayor parte de nuestros agentes sociales y políticos denunciando la marginación de Galicia en los corredores ferroviarios para mercancías de ámbito intraeuropeo sin previamente hacer encajar esa denuncia en una estrategia de país.
Porque, para empezar, el corredor atlántico ferroportuario que debiera ser prioritario para Galicia debiera conectar A Coruña-Vigo-Oporto. No solo es prioritario para Galicia, pues en un estudio de la Comisión a escala europea -que fue noticia en la prensa hace ya algunos años- era esa la conexión con más puntuación y prioridad: la de nuestra eurorregión atlántica. Para permear una macrorregión urbana que nada tiene que envidiar a ninguna otra de la península.
Pero hoy, cuando estamos a punto de finalizar la nueva plataforma ferroviaria del eje o corredor atlántico interno de Galicia (A Coruña-Vigo), seguimos sin contar con su continuación hasta Oporto. Y ello aunque su actual ministro de Economía se felicitase días atrás en Baiona (en los diálogos España-Portugal organizados por el Foro Económico de Galicia) del cambio que supuso el nuevo puente para vehículos sobre el Miño en Tui, y de las importantes sinergias de la eurorregión con Inditex y Citroën. Sin embargo, del proyecto de un nuevo puente ferroviario se ha dejado de hablar. Siendo así que, además, finalizar este corredor atlántico (de uso mixto: para pasajeros y ferroportuario) ya nos enlazaría con el corredor atlántico europeo del que ahora se habla (Burdeos?Salamanca?Oporto). Apenas nos separan cien kilómetros para completar nuestro corredor atlántico más prioritario y para, de paso, conectar con el que ahora se proyecta hacia los Pirineos.
Y llegados a este punto regresa el síndrome del finisterre del que hablaba, porque si en un caso nos hacía olvidar nuestro potencial atlántico (A Coruña-Oporto) para priorizar el llegar a Burgos o a Bilbao, ahora nos hace olvidar que la mejor opción para un denominado corredor atlántico no es cruzar los Pirineos.
La mejor opción son las autopistas del mar. De esa forma, en vez de colapsar (como ya sucede con los camiones) aquel acceso montañoso por sus dos extremos, la opción con menos impactos ambientales es llevar mercancías -camiones o vagones cargados- en rutas marítimas. Ese es el mejor corredor atlántico: para Leixoes, Vigo, A Coruña, Ferrol, Santander, Gijón y sus áreas de influencia.
Finalizo. Que el corredor atlántico al que queremos enlazarnos pivote hacia Madrid y Medina del Campo solo puede entenderse como una nueva alegría provinciana, centrípeta y radial, de las que tanto gustan a nuestros grandes empresarios de obra pública y que, como sucede con la disparatada red radial de AVE exclusivo para pasajeros, no aguantan ningún tipo de análisis de eficiencia económica, social o ambiental. Sume todo eso, más la abducción del finisterre.