De la autoestima

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

OPINIÓN

24 feb 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

España es un país indestructible. El canciller de hierro, Otto von Bismarck, dejó escrito que España es el país más fuerte del mundo, pues los españoles llevan siglos tratando de destruirlo y aún no lo han, no lo hemos, conseguido. No nos queremos, tenemos una autoestima alicaída y menguante, nadie habla peor de nosotros que nosotros mismos. Poco importa que en estos 40 últimos años hayamos mudado al menos dos siglos y que la ya lejana profecía de Alfonso Guerra de que a este país no lo iba a conocer ni la madre que lo parió se ha cumplido sobradamente.

Poco importa que nos visiten 90 millones de turistas, que nuestra pujanza viaria, tren más autovías, sea la más importante de Europa, que insistamos en que nuestra numerosa juventud universitaria sea la mejor preparada de la historia, que nuestras exportaciones equilibren la balanza financiera. Poco importa porque una nueva leyenda negra crece contra España, desde fuera y desde dentro. Nadie hace alusión a nuestras excelentes pinacotecas, con el Prado a la cabeza, a nuestra creciente oferta editorial, a la creatividad artística en los plásticos, los músicos, en el cine...

Se han quedado con la siesta y la falacia, la gran mentira, de la baja productividad, los toros y la sangría. Se han quedado en cierto cainismo que nos denosta en textos escritos sobre nosotros y contra nosotros. España hace lustros que dejó de oler a ajo, de subordinarse, de inclinarse ante la soberbia de países amigos. Y pese a todo seguimos siendo los más crueles enemigos de nosotros mismos. Los que votamos en contra en el Parlamento Europeo, de un candidato español, ministro del Gobierno, propuesto para ser el número dos del Banco Europeo, los que no sabemos cómo evitar el ridículo de un expresidente de una auto mía «exiliado» en un país que creímos amigo y nuestro socio europeo, los que no sabemos aplaudir cuando sabotean con silbidos la final de la Copa del Rey, quienes cuestionamos que en una muestra colectiva de arte de vanguardia, llamen presos políticos a quienes son políticos presos.

No tenemos remedio, no sabemos querernos ni vendernos, contar el relato de la España reciente, la que tiene por fuerza que rechazar los informes de Amnistía Internacional que gratuitamente pone en la picota a nuestra sólida democracia.

Hay una mala conciencia en la inteligentsia de la izquierda, en lo que queda de la izquierda progresista que no se soporta a sí misma. Y no hablemos de la derecha que clava puñales entre sí, olvidando los intereses generales del país. Me refiero a Ciudadanos versus Partido Popular manejando tesis que si no fueran producto de un análisis desenfocado y apresurado, resultarían risibles.

Y como diría Peter en su manido principio, lo que va mal puede ir a peor. El mal dialéctico de España, al menos, es solo de los españoles.