Entre rugidos y predicadores

Xosé Ameixeiras
Xosé Ameixeiras ARA SOLIS

OPINIÓN

21 jul 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Un pastor proclama desde la tribuna de una iglesia neoyorquina: «Hay que tener una razón para respirar». El góspel convierte la religión en un espectáculo alegre. En vez de darse golpes en el pecho, allí palmean y mueven el cuerpo llenos de gozo. «Simplemente vive», canta la multitud a coro. El clérigo, que fustiga a los que siembran el odio por el mundo, tiene un instrumento muy útil en la música para arrastrar al gentío. Luego predica: «No estás tú aquí para respirar todo el oxígeno». Los demás también tienen pulmones, viene a decir. La libertad ilumina al mundo, pero a veces el farol se apaga y la negrura lo invade todo. La peor ceguera es la que abona las grandes miserias. La mirada de un niño separado a la fuerza de sus padres es como un puñal clavado en el corazón de la conciencia. Una atrocidad que ni los siglos perdonan. Parece que Trump solo vocea, como si su twitter únicamente pudiera funcionar en modo rugido. Se ha propuesto ser el único actor y a los demás les toca el papel de figurantes. Quiere quedarse con todo el oxígeno para él y asfixia a unos y a otros, excepto al otro sheriff, Vladimir Putin, contra el que claman en Washington: «Rusia intenta socavar la democracia».

Al mundo se le ha caído la brújula al agua y da vueltas en un remolino infernal, con guerra de espías incluida. Debe ser esa la causa de este viento gélido que sopla y provoca un severo enfriamiento de conciencias. En Italia la lían en el Parlamento por una ley de defensa personal. Un paso más hacia el estado de la brutalidad. El Far West que saltó de las pantallas y amenaza con imponerse en las calles de esta Europa de los muros. Malo cuando la gente se aferra al dedo de los predicadores.