El extraño caso Khashoggi

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado EL MUNDO ENTRE LÍNEAS

OPINIÓN

OZAN KOSE | afp

20 oct 2018 . Actualizado a las 16:57 h.

No hay prácticamente ninguna duda de que los servicios de Inteligencia del Reino de Arabia Saudí asesinaron y descuartizaron al periodista saudí Jamal Khashoggi en el interior del consulado de su país en Estambul (Turquía). Se sabe que quince agentes saudíes llegaron temprano a Estambul el mismo día de la desaparición de Khashoggi en jets privados y vuelos comerciales y se marcharon esa misma noche de vuelta a Riad. En el circuito cerrado de vídeo del aeropuerto se puede reconocer a Maher Mutreb, coronel de la Inteligencia saudí destacado en Londres y a Salah Muhammed al-Tubaigy. forense jefe del Departamento de Seguridad General Saudí. Otros seis son miembros del ejército y tres de ellos, guardaespaldas personales del príncipe heredero Mohamed bin Salman, nada menos. Turquía reconoce ahora que tiene vídeo y audio del asesinato dentro del consulado que prueba que Khashoggi fue torturado y asesinado. Más claro, imposible.

Lo que no está tan claro es el por qué de un crimen como este. La inteligencia saudí podía haber matado a Khashoggi en plena calle, o en su hotel, y hubiese sido mucho más difícil atribuirle la autoría de esa muerte. La trampa de hacerle ir al consulado para resolver los papeles de su divorcio tendría más sentido si de lo que se trataba era de secuestrarle. ¿Era esa la intención inicial y la tortura se les fue de las manos? Es posible. De hecho, se sabe que la Inteligencia saudí dudaba hace unas semanas entre el secuestro y el asesinato. Se sabe por conversaciones captadas por el GHCQ, un servicio de espionaje británico que tiene pinchados muchos teléfonos en Arabia Saudí. Por cierto, que los británicos le pasaron la información a la CIA, que por alguna razón prefirió no advertir a Khashoggi, que vivía autoexiliado en EE.UU. y escribía para el Washington Post.

Ya puestos, ni siquiera está claro por qué el príncipe Mohamed bin Salman ha hecho matar a Jamal Khashoggi. Es verdad que últimamente se había vuelto un periodista crítico, pero llamarle disidente es una exageración (él mismo rechazaba que le describiesen de ese modo). De hecho, Khashoggi perteneció durante décadas al periodismo oficialista y estuvo muy vinculado al príncipe Turki bin Faisal, durante muchos años jefe de los servicios de inteligencia saudíes. Quizás la cosa vaya más por ahí que por sus artículos de opinión en el Washington Post o sus apariciones en Al Jazeera.

¿Sabremos la verdad de este caso? Va a ser difícil. Si uno se fija en la actitud de las autoridades turcas verá que han estado filtrando datos selectivamente durante toda la semana y haciendo declaraciones contradictorias. Las presiones de Ankara han hecho que Riad acepte finalmente crear una comisión de investigación conjunta que, probablemente, no servirá tanto para aclarar lo sucedido como para negociar una salida airosa (a cambio de algo para Turquía, naturalmente). También Washington ha abierto una investigación sobre el asunto, y esto hace que a los saudíes les urja más todavía encontrar una explicación vendible, ya que no creíble, para lo ocurrido.