España silente

Tamara Montero
Tamara Montero CUATRO VERDADES

OPINIÓN

10 dic 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Una vida entera de silencio, de dolor inaudible, se resume en un quejido que hace añicos el silencio denso que sobrevuela el cementerio de Guadalajara. Es un gemido que se abre paso a través de las carnes abiertas de par en par de Ascensión Mendieta, que por fin mira a su padre, allí, en la fosa común a la que lo arrojaron en 1939. Ha tardado 78 años.

El lamento se convierte en una interferencia en la España silenciosa. En ese silencio de otros en el que golpeaba con un hilo indestructible de voz María Martín, que no ha podido llegar a ver como las ranas crían pelo para que así su madre, sepultada debajo de una carretera de Toledo, por fin pueda descansar junto a su padre. Y con ella. Es el silencio de otros el que resquebraja la voz profunda de Chato Galante cuando por primera vez pronuncia las torturas a las que lo sometió Billy el Niño. A su voz trémula la acompañan las temblorosas manos de Felisa Echegoyen, que hace muchos años, antes de la ignominia, desparramaba su sonrisa cálida y enorme por las fotografías en blanco y negro.

Entonces, en un momento cualquiera, apenas se percibe el primer sollozo en un cine enterrado en la España silente. En el silencio áspero con el que arropa El silencio de otros, empeñado en sacar de esa tumba poco profunda que es la amnesia voluntaria a un país entero. El que prefirió cavar de nuevo para sepultar también su memoria.  

Y las lágrimas que han ido resbalando calladas en esta y en aquella butaca horadan ese silencio de otros. Rasgan el velo con el que se había cubierto un espejo que ahora brilla en la pantalla y que, aunque necesario, había sido lanzado a la fosa común del olvido.