Hay que reconocerlo. Tanto a los británicos como a los estadounidenses les encantan los acrónimos. El último que se ha sacado de la manga el inefable Donald Trump es de los que pueden sonar a insulto, a humillación o a simple mal chiste, si bien, epitomiza la concepción de ‘hermano mayor’ que el presidente norteamericano tiene sobre Gran Bretaña. Todavía no ha trascendido mucho, pero no sería de extrañar que se convierta en trending topic en algunas redes sociales. Brit-Trump, traducido libremente como el «Trump británico», es como han denominado al recién elegido líder del Partido Conservador británico y próximo primer ministro, Boris Johnson.
Lo cierto es que el parecido físico de ambos y los abruptos bandazos en sus comentarios, comportamientos y actitudes dan pie a hacer comparaciones de las que Trump, el hábil manipulador de los medios de comunicación, ha sabido apropiarse en tiempo récord, no escatimando elogios sobre cómo será la gestión del británico. Pero no es lo único que comparten.
Pese a su popularidad, ninguno es capaz de disimular su falta de peso y sustancia ideológica y política. Y estas taras auguran, al menos, un difícil inicio para Boris, cuya pírrica victoria supuso la masiva dimisión de miembros del gabinete. Johnson no solo debe afrontar la falta de apoyo de sus correligionarios tories que le acusan de haber traicionado a Theresa May, sino que, muy probablemente, tendrá que hacer frente a una cuestión de confianza con la que acaba de amenazarle el líder laborista Jeremy Corbyn. Y el margen de los primeros cien días que suele otorgarse a cualquier recién llegado a Downing Street 10 se presenta más gris que el habitual clima británico ante el complejo dilema del brexit.
Salirse de la Unión Europea sin llegar a un acuerdo justo cuando Gran Bretaña se encuentra empantanada con la crisis de los petroleros supondría no tener el apoyo diplomático adecuado para salir airoso.
No, no soplan vientos favorables para Brit?Trump.