Los experimentos de Sánchez

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

Chema Moya | efe

03 oct 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

En política, lo normal es tener un discurso ideológico y un proyecto de gobierno. Y luego, en las elecciones, tratar de convencer a una mayoría de ciudadanos de que ese programa es el que más conviene al país. Cuando no se alcanza el número de escaños necesario para gobernar, se negocia con otras fuerzas para incorporar propuestas ajenas o introducir modificaciones en las propias. Y, si se fracasa en esos dos cometidos, se acaba en la oposición a la espera de que el votante cambie de opinión en las próximas elecciones si se demuestra que quien aplica un programa político diferente al tuyo estaba equivocado. Ese, el de defender un ideario y un proyecto propio para tu país y tratar de convertirlo en mayoritario, es, grosso modo, el funcionamiento de una democracia. El Catón de la política, vamos.

Lo que resulta una auténtica aberración es invertir completamente ese proceso. Es decir, calcular primero qué ideas y qué proyectos pueden otorgarte una mayoría en las elecciones y luego, en función de ese cálculo, elaborar un discurso, aunque sea radicalmente opuesto al que se ha defendido hasta hace poco. Y así, a golpe de bandazo en función de las encuestas, es como viene operando Pedro Sánchez desde que llegó a la primera línea de la política. El problema es que ese método no solo genera una pérdida de credibilidad, sino que también somete a los dirigentes del partido, a los militantes y a los votantes a un continuo ejercicio de incoherencia para defender en sus discursos, en sus debates o en sus conversaciones cotidianas aquello de lo que hace poco abominaban y atacaban con saña.

En junio del 2015, Sánchez presentó su candidatura a la presidencia del Gobierno delante de una gigantesca bandera de España y prometiendo gobernar «desde la moderación». Tras un histórico batacazo, España y su bandera desaparecieron de su léxico y fueron sustituidos por el «Estado plurinacional», por la «nación de naciones» y por un discurso netamente izquierdista. Argumentos con los que en el 2016 aspiraba a formar mayoría con Unidas Podemos y el apoyo de nacionalistas e independentistas. El fracaso fue aún mayor -85 escaños-, pero la moción de censura contra Rajoy le hizo presidente con esos socios. De modo que a las elecciones del 2019 concurrió con un discurso aún más radicalmente izquierdista, ofreciendo diálogo al independentismo y hasta un «relator» para solucionar el «conflicto político». Pero ahora, constatado también el fracaso por esa vía y la proximidad de un nuevo aquelarre independentista tras la sentencia del procés, pone tierra de por medio con el secesionismo y tacha de «extrema izquierda» a Podemos. Vuelve la bandera, el «Ahora, España», el 155, la ley de seguridad nacional, la moderación, el centrismo y el pragmatismo económico.

El doctor Sánchez y su ayudante Redondo pueden seguir haciendo experimentos, tratando al votante como a un ratón de laboratorio y elaborando discursos que son recetas de alquimia basadas en los sondeos. Serán las urnas las que dicten sentencia. Pero, ¡qué difícil se lo ponen al votante socialista!