La hora de Pedro

Miguel A. Fernández

OPINIÓN

03 dic 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

En lo práctico, la edición servirá para que la Academia valide su reconciliación con Almodóvar -no hace doblete desde el 2006 con Volver- que, si un cataclismo emocional no lo impide, se llevará los principales Goya, Banderas incluido, que juega en casa -la ceremonia será en Málaga-, solo tiene un cabezón honorífico y lo borda en el papel de un director que se parece mucho al manchego. Además, todo apunta a que Dolor y gloria llegará lejos en esa fiesta de vanidades que son los grandes premios internacionales. Estamos en la hora de Pedro.

En lo simbólico, O que arde es la primera película hablada en gallego que se sube a ese podio, triunfo personal de Oliver Laxe, que a mayores ya se ganó el apoyo del público, ayudando también a visibilizar a ese otro modo de entender la ficción desde Galicia. Que a la fiesta se sume nuestra animación con el corto Homomaquia, liderado por Abano Producións -la productora de Chelo Loureiro suma ya siete nominaciones en el histórico de los Goya-, confirma que algo se está haciendo bien, desde el sector y desde la Administración.

A mayores, la faena se redondea con Tosar otra vez en las quinielas por Quien a hierro mata, con Santi Prego bien colocado para premio por su general Franco a las órdenes de Amenábar y Benedicta dispuesta a dar la sorpresa de la mano de Laxe. Fue un buen año para el cine español más allá de que la taquilla vaya a su bola recompensando comedietas de mercadillo, pero una cosa queda claro: a quienes despotrican contra las películas sobre la Guerra Civil, el quinteto finalista les quita la razón. La académica Mientras dure la guerra, la asfixiante La trinchera infinita y la tensa Intemperie, confirman que si hay guiones con sentidiño y buena letra, leyendo aquel drama fratricida en clave inmersiva, entonces bienvenidas sean.