Un personaje político se ha colado en las dos cumbres que se han celebrado en Occidente estas últimas semanas: la de los países aliados Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en su setenta aniversario y la cumbre del clima. Y eso que solo ha estado presente en la primera, con su gesto adusto y desafiante.
Trump llegó al Reino Unido con la estela de imponer una serie de aranceles a Francia como una forma de castigo por las palabras de Emmanuel Macron, mandatario de Francia, tras declarar que la OTAN «está en estado de muerte cerebral». La forma más cruel de decirlo en público fue la de imponerle a Francia aranceles por un valor de 2.400 millones de dólares a una serie de productos como quesos, maquillaje, vinos y bolsos. Fue un ataque a la economía francesa en toda regla.
El mandatario lo justificó como respuesta-represalia porque Francia ha puesto en vigor la llamada tasa GAFA (por Google, Apple, Facebook y Amazon), también conocida como tasa Google y que valientemente ha entrado en vigor en territorio galo para gravar las ganancias anuales de estos gigantes de la tecnología. Macron le ha echado valor, mientras que el resto de la UE se hace miope a la espera de que en el 2020 sea la OCDE la que se pronuncie con una tasa definitiva que todos sus países miembros puedan imponer a las multinacionales de la tecnología, y que no solo son estadounidenses.
Trump también se coló en la cumbre del clima sin siquiera asistir. No dijo una palabra, pero con su ausencia bastó para espetarnos en la cara que su país tiene una de las economías más contaminantes del planeta y más dependientes del carbón y que, a pesar de ello, desdeña cualquier iniciativa por importante que sea. Es más, no solo ha ignorado el acuerdo climático, sino que ha dado mayor fortaleza a las empresas productoras de carbón fomentando su venta y su consumo.
A pesar que a Madrid llegó Nancy Pelosi, congresista demócrata líder de la Cámara de Representantes, para defender que su país todavía no está totalmente fuera del Acuerdo de París, el presidente la desdice con sus actos. Es imposible que sin la ejemplaridad de Trump se les pueda exigir a las empresas privadas norteamericanas un mayor compromiso para afrontar el cambio climático, máxime en una sociedad altamente consumista como la estadounidense.
En definitiva, Trump ha logrado convertirse en un gran nubarrón para ambas cumbres.