Pedro Sánchez, nuestro David Cameron

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

David Aguilar | Efe

21 feb 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

David William Donald Cameron (Londres, 1966) fue primer ministro del Reino Unido desde el 2010 al 2016. Hombre sin convicciones y sin un proyecto claro para su país, llegó al liderazgo de los conservadores gracias a un tacticismo con el que superó a rivales de mucha mayor consistencia intelectual. Le ayudó ser un candidato joven y bien parecido. Dotado de un ego descomunal pese a sus enormes carencias, en lugar de centrarse en resolver los problemas de su país, que amenazaban ya con una debacle financiera, el frívolo Cameron se dedicó a complicar otros que ya existían, convencido de ser tan listo como para solucionarlos todos. Pese a que el apoyo a la independencia en Escocia era minoritario, se comprometió a celebrar un referendo sobre la secesión defendiendo la unidad. Pero su torpeza política y su calamitosa campaña dio alas al movimiento separatista escocés y solo un memorable discurso in extremis de su ex rival laborista Gordon Brown permitió evitar por un ajustado margen un desastre que habría acabado con el Reino Unido.

Lejos de aprender la lección, un Cameron temeroso de perder votos en favor del eurófobo y populista UKIP se comprometió luego a celebrar un referendo sobre la salida del Reino Unido de la Unión Europea, de nuevo defendiendo la permanencia. «Los grandes problemas hay que afrontarlos y no eludirlos», dijo con soberbia, seguro también de que acabaría con la crisis del euroescepticismo británico y obtendría mayores privilegios en la UE. El resultado, ya conocido, es que su adanismo creó una fractura social sin precedentes en su país, sumió al Reino Unido en un abismo de consecuencias incalculables y de paso generó un problema económico de alcance global.

El ejemplo de ese desastre debería haber servido de lección a todos los políticos del mundo. Pero en España tenemos a nuestro propio David Cameron encarnado en Pedro Sánchez, tan ayuno de convicciones y de proyecto para su país como el británico y con un ego de similares proporciones. Igual que aquel, llegó al liderazgo del PSOE y al Gobierno gracias a un calculado tacticismo, ayudado por su apostura y juventud frente a rivales de mayor enjundia. Ya en el Gobierno, convencido de que él solo acabará con el secular problema del separatismo de una minoría de catalanes, para seguir en el poder se ha comprometido a someter a referendo en Cataluña lo que se pacte en una mesa de negociación en la que la Generalitat solo acepta hablar de autodeterminación. Como Cameron, lejos de resolver el problema, ha agrandado la fractura social en Cataluña y ha acercado a España al precipicio del fin de la unidad nacional. Una irresponsabilidad que amplía ahora al País Vasco comprometiéndose a ceder la gestión de la Seguridad Social, abriendo así la puerta a la ruptura de la caja única y reforzando al secesionismo. Cameron se fue silbando de Downing Street y dejando a su país en el caos. La fortaleza de la Constitución es una garantía. Pero cuando Sánchez deje la Moncloa, España será también más débil y tendrá más problemas que cuando llegó.