Pedro I, el inevitable

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

07 may 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Para conseguir acuerdos políticos en este país se requieren dos circunstancias. Una, que el Gobierno se encuentre con el agua al cuello y no tenga más remedio que dialogar, aunque sea con el diablo. Otra, que algún partido de la oposición sepa ver ese estado de necesidad y se ofrezca como salvavidas. Lo primero le ocurrió a Pedro Sánchez, que el lunes se encontró con la negativa frontal de Pablo Casado a respaldar la prórroga de la alarma y entró en pánico: mandó a Carmen Calvo a hablar con los barones del PP para segarle a Casado la hierba bajo los pies, encomendó a José Luis Ábalos negociar con quien se cruzara por el pasillo y él mismo habló por teléfono durante una hora con el líder del PP, acontecimiento que no recuerdan ni los más viejos cronistas de los aconteceres de La Moncloa.

No le salió mal: según el diario La Razón, los barones convencieron a Casado de que era mejor la abstención que el voto en contra, Ábalos cosechó alguna adhesión, aunque no convenció a Rufián, y ante el líder del PP ocurrió lo que a veces decimos cuando pedimos algo: «El no ya lo tienes». Los salvadores de la patria fueron Ciudadanos y el Partido Nacionalista Vasco, que siempre empieza rompiendo la baraja y termina saliéndose con la suya. No hay acontecimiento político que no sea una lección para los nacionalistas catalanes: el PNV es un prodigio de olfato político, detecta como nadie las necesidades del adversario y sabe esperar el momento oportuno para obtener una alta rentabilidad. No hay acuerdo donde no se lleve algo y cuando se le pregunta qué ocurrirá después, siempre da la misma respuesta: «Eso ya se verá». El compromiso es del día. El futuro, decía Antonio Machado, no está escrito.

La pregunta que queda en el aire es si cambia el escenario político y hay una nueva correlación de fuerzas. Algunos se han precipitado en obtener esa conclusión. Yo creo que no. Aunque ayer Rufián haya roto con Sánchez, tómenlo como una estrategia electoral. Pujol dejó una larga relación de rupturas con Madrid en tiempos de González y Aznar cuando se aproximaban las elecciones autonómicas. Y Pedro Sánchez tampoco querrá romper porque necesita un interlocutor como Esquerra ante el problema catalán. Respecto a Ciudadanos, siempre estará dispuesto a apoyar porque necesita salirse del cuadro de las «tres derechas». Lo que sí sale de la escaramuza de ayer es un Sánchez más sólido: suma a Ciudadanos a sus aliados, aunque nunca será preferente; deja a Casado más debilitado, porque no aclaró su alternativa, y Santiago Abascal le hace el favor de hablar de moción de censura. Y hablar de moción de censura es invocar la imposibilidad de que triunfe. Es decir, Pedro Sánchez se convierte en inevitable.