Otra pesadilla electoral en EE.UU.

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

CHRIS KLEPONIS / POOL

05 nov 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Las elecciones en Estados Unidos han sorteado la peor de las hipótesis. La de una victoria abrumadora de Donald Trump. Algo que, más allá de haber mantenido al frente del país más poderoso del mundo a un personaje errático e impredecible que encarna lo peor de la política, habría reforzado y consolidado a nivel global una forma de conseguir y ejercer el poder basada en el populismo extremo, la demagogia y la agresividad. Pero, superado ese primer escenario, que habría sido desalentador, la bolita de la ruleta electoral estadounidense ha ido a caer en la segunda peor de las casillas posibles. La de un resultado poco claro, incierto incluso en estos momentos, que sitúa a Trump, en caso de perder, ante una derrota por un margen tan estrecho que le permite poner en marcha su anunciada maniobra de declararse vencedor antes de concluir el recuento, impugnar todo el proceso democrático y transformarlo en una batalla judicial que podría alargarse durante semanas. Un escenario de pesadilla que nos retrotrae a hechos vergonzosos que se vivieron en el año 2000 cuando el demócrata Al Gore, que llegó a llamar a su rival George W. Bush para felicitarle por la victoria, se desdijo posteriormente y acabó impugnando el recuento en Florida, judicializando así el resultado de unas elecciones que, tras más de un mes de surrealista batalla legal sobre las célebres papeletas mariposa, se dirimió finalmente en los tribunales, y no en las urnas, cuando la Corte Suprema dio la victoria a Bush por un margen de 537 papeletas.

Pese a aquel episodio lamentable, que evidenció las carencias del sistema electoral americano, ese modelo se mantiene exactamente igual y lleva de nuevo a la primera potencia mundial a un escenario no de vacío de poder, pero sí de incertidumbre. Algo dañino no solo para Estados Unidos, sino para todo el planeta, sumido en una terrible pandemia global por el coronavirus. El anacrónico modelo de elección del presidente de Estados Unidos, con reglas diferentes en cada estado, y su aún más anacrónico sistema de recuento de los votos, que incluye disparates como que el resultado en un territorio clave como Pensilvania no se vaya a conocer hasta dentro de varios días o que se puedan seguir contabilizando votos por correo que todavía no han llegado a su destino con tal de que lo hagan antes del 10 de noviembre y de que su matasellos indique que entraron en el buzón antes del martes, parece diseñado ex profeso para sembrar dudas sobre la limpieza del proceso. Algo que debería avergonzar a un país como Estados Unidos, que se declara el líder del mundo libre.

España no es precisamente una potencia tecnológica. Pero el resultado de las elecciones generales del pasado noviembre se conoció a las 22.30. Dos horas y media después de cerrarse las urnas. La primera condición de cualquier proceso democrático es que las reglas sean claras y el recuento rápido, transparente e incontestable. Algo que no sucede en Estados Unidos, y de lo que podría aprovecharse Trump para, si no gana en las urnas, hacerlo en los tribunales.